Mostrando entradas con la etiqueta Diego y Frida. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Diego y Frida. Mostrar todas las entradas

martes, 13 de septiembre de 2016

Dos veces única (1 de 2)

  Y Prieta Mula por siempre

I de VII
En la copiosa y polifacética obra de Elena Poniatowska (París, mayo 19 de 1939), pese al sucesivo reconocimiento de que es objeto por tirios y troyanos, abundan los lapsus y los yerros, y ejemplo de ello es el sonado y polémico caso del poema apócrifo atribuido a Jorge Luis Borges en “Un agnóstico que habla de Dios” —su texto incluido por Miguel Capistrán en la “Nueva edición” de la antología Borges y México (Lumen, 2012)—, los que se leen en el texto y en la iconografía de Octavio Paz. Las palabras del árbol (Plaza & Janés, 1998), en sus esbozos biográficos recogidos en La siete cabritas (Era, 2000) y en sus novelas Tinísima (Era, 1993) y Leonora (Seix Barral, 2011). En sentido, Dos veces única (Seix Barral, 2015), novela sobre la vida de Lupe Marín (1895-1983), no es la excepción.
En la foto: Diego Rivera y Lupe Marín con
su primera hija en la casa de Mixcalco 12
(México, c. 1925)

(Seix Barral, 1ª ed. mexicana, septiembre de 2015)
  En Dos veces única, Elena Poniatowska no optó por una novela exhaustiva, analítica y biográfica en sentido estricto; es decir, por una obra donde con hilo sutil y de manera inextricable se entretejiera la hipótesis, la conjetura, la anécdota y la imaginación literaria con los datos fehacientes e históricos, cuyo basamento y argamasa implica la consabida investigación preliminar y la ineludible consulta documental, bibliográfica y hemerográfica. Desde luego que la narradora hizo sus parciales indagaciones, lo cual refleja en su prefacio, en la postrera lista de entrevistados, en la bibliografía y en las citas y transcripciones insertadas en el cuerpo de la obra. No obstante, su opción narrativa —fragmentaria, esquemática, desparpajada, dicharachera, lúdica y arbitraria— presupone toda la libertad que se permitió para construir la personalidad o el perfil de sus protagonistas, para hacerlos hablar, dialogar y actuar, y para manipular a su antojo y como le venga en gana el tiempo y la cronología, las consabidas leyendas que pululan sobre los personajes y los consabidos episodios de la historia de la cultura y de la política del siglo XX mexicano, más los datos documentales y bibliográficos.

Elena Poniatowska coronada Reina de la Intelectualidá
por Eugenia León y Jesusa Rodríguez
  Ilustrada con viñetas de Carmen Irene Gutiérrez Romero, Dos veces única está dividida en 50 capítulos numerados y con rótulos. Parte del escenario del México de los años 20 en que Lupe Marín surge como modelo y esposa por la iglesia de Diego Rivera (1886-1957) y luego musa y esposa por lo civil de Jorge Cuesta (1903-1942), sin dejar de aludir el núcleo familiar del que provenía y el pueblo del estado de Jalisco donde nació (“Zapotlán el Grande el 16 de octubre de 1895”), hasta su fallecimiento en la Ciudad de México casi a los 88 años (“La mañana del 15 de septiembre de 1983”). Debe su título no sólo al obvio hecho de que fue mujer de Diego Rivera y de Jorge Cuesta (con el pintor tuvo dos hijas y con el poeta un hijo), sino también al relevante rasgo de que, según lo narrado, estuviera donde estuviera e hiciera lo que hiciera Lupe Marín se sentía “única”, y a que escribió dos “únicas” novelas con transposiciones autobiográficas y mucha mala leche (“no escribió con sangre sino con caca”, dijo alguna vez Octavio Paz de Salvador Novo); una de ellas titulada con tal apelativo: La Única (Editorial Jalisco, 1938), y la otra: Un día patrio (Editorial Jalisco, 1941), cuyo rótulo, curiosamente, prefigura el día que habría de morir 32 años después.  

   
Portada de La Única, libro escrito por Guadalupe Marín Preciado (1938),
Dibujo al carbón de Diego Rivera. La cabeza de la izquierda corresponde
a la autora y la de la derecha a su hermana Isabel 
 [más bien es al revés].
En la cabeza seccionada de Jorge Cuesta se aprecia claramente el párpado
izquierdo más abajo que el derecho. Se aprecia también que el trazo
que corresponde al ombligo del cuerpo bicéfalo está formado por las letras
C y J, iniciales de Jorge Cuesta.

Pie de foto que se lee en la 
“Iconografía” del volumen
Jorge Cuesta. Obra reunida III (FCE, 2007), editado por
Jesús R. Martínez Malo, Víctor Peláez Cuesta y Francisco Segovia.
     
Página interior de La Única (Editorial Jalisco, 1938)
Dibujo de Diego Rivera
      Según dice Elena Poniatowska en su prólogo: “Lupe Rivera Marín leyó la versión íntegra de Dos veces única como también lo hizo Juan Coronel.” Lo cual no significa, se infiere, que aprobaran o estuvieran de acuerdo con todo lo narrado por ella ni con la ligereza y el desparpajo con que lo hace ni con los sesgos, matices y omisiones que aplica. Esto puede suponerse porque el trazo de la Lupe Marín de la novela es muy negativo (y no sólo en lo que concierne al hecho de que fue una pésima madre) y muy simplista en numerosos casos y porque algunos de los fallos en que incurre la autora se los pudieron haber enmendado. Más bien, se colige, significa que respetan su perspectiva y su libertad para narrar y cuestionar no sólo a las personas y al poder político y gubernamental, pues por ejemplo, en el “Capítulo 36/Adiós al maestro”, la auscultación crítica de Elena Poniatowska también bosqueja los arribistas y pecuniarios beneficios que implicó la militancia de Guadalupe Rivera Marín en el hegemónico, antidemocrático, corrompido, ominoso y demagógico PRI:
   
Lupe Marín y la dos hijas que tuvo con Diego Rivera:
Ruth (Chapo) y Guadalupe (Pico)
       
Diego con sus hijas Pico y Chapo
       “También Lupe Rivera se aficiona a los elogios. En la Cámara, en el Senado, la costumbre es rendirse ante el poder. Premios como el de Economía justifican todos los maltratos del pasado. Al darle México su lugar, Lupe entra al mundo de los desayunos políticos en Sanborns, las reuniones con diputados, las prebendas, las cenas y los cocteles en los que la reconocen y festejan la más nimia de sus palabras. Imposible permanecer ajena a las reverencias o los halagos. De niña, su madre la humilló tanto que ahora los premios la compensan. Ya no son suficientes los vestidos que le cose su madre, ahora en su clóset se acumulan los trajes para cada ocasión. Si el traje es azul, los zapatos son azules, la bolsa azul, las joyas de lapislázuli, la mascada en torno al cuello hace juego con el resto del atuendo. La uniformidad es la regla en la Cámara; todos dicen al unísono y las prebendas se acumulan en bonos, prestaciones; hay un Cadillac en el futuro de cada uno, la casa en las Lomas, la de los fines de semana en Cuernavaca o Tepoztlán, el club de golf, el de Industriales, la mesa reservada en el Ambassadeurs. La Cámara es una madre más amorosa de lo que fue jamás Lupe Marín, el gabinete le es tan familiar como su propia casa. ‘Lupita, dichosos los ojos’. Los presidentes de la República la abrazan, Adolfo López Mateos y Gustavo Días Ordaz la invitan a Los Pinos; ahora la valora su antiguo pretendiente, Luis Echeverría, así como los jefazos del Ejército cuajados de medallas y condecoraciones. El general [Alfonso] Corona [del Rosal] le pide consejos.
  “El embajador de Italia echa la casa por la ventana para recibirla: ‘Tu sei la Regina!’. Cuando el presidente le ofrece ser senadora —seis años en la cúspide del poder—, la que antes fue Pico o Piquitos siente que ha llegado lejos por mérito propio. Vale por sí misma, no por ser hija de Diego Rivera. Embajadora en la FAO, logra que se instaure en Roma la Oficina de la Mujer. ¿Qué diría Diego si la viera en su curul?”
Diego Rivera con sus hijas Guadalupe y Ruth
y una mujer no identificada por mí

II de VII
Guadalupe Rivera Marín y Juan Rafael Coronel Rivera figuran como coordinadores del volumen Encuentros con Diego Rivera (Siglo XXI, 1993), con cuyo auxilio —junto con otros libros, iconografías, visitas in situ y páginas de la web— pueden despejarse algunos de los yerros y falsedades en que Elena Poniatowska incurre en Dos veces única. En el “Capítulo 2/La Prieta Mula” —que es el mote con que en la obra Diego cariñosamente llama a Lupe— la voz narrativa (especie de dicharachera alter ego de la autora) cuenta que Rivera pinta el mural La Creación (1922-1923) en el Anfiteatro Bolívar de San Ildefonso porque se lo “aconseja Roberto Montenegro”, lo cual es falso, pese a que sea cierto en la verdad novelística. Según la narradora, “A Lupe, criolla de Jalisco, [Diego] la sitúa detrás de una mujer desnuda con un rostro faunesco. La cubre con un rebozo rojo.” Y nada más. No narra otra cosa sobre la notoria y relevante presencia de Lupe Marín en ese mural. Vale recordar, entonces, que en su ensayo sobre La Creación que se lee en el volumen Diego Rivera. La obra mural completa (Taschen, 2005) —pesado librote no exento de yerros y contradicciones (ídem el citado Encuentros)— Juan Rafael Coronel Rivera apunta: “Una de sus modelos para este mural fue Lupe Marín (María Guadalupe Marín Preciado), a quien conoció entre diciembre de 1921 y febrero de 1922. Ella posó para tres figuras y para todas las manos que se representan en la obra; aquellas fueron La Fuerza, El Canto y La Mujer, y Lupe posó en ese orden. Para la última figura del listado, ella es una desnuda mujer que por aquel entonces inició una relación sentimental con el pintor.” 
     
Retrato de Lupe Marín (1924),
óleo sobre tela de Diego Rivera
     
Retrato de Lupe Marín (1938),
óleo sobre tela de Diego Rivera
     
Retrato de Lupe Marín (1945),
óleo sobre tela de Juan Soriano
       Es decir, las manotas que se ven en La Creación son las manotas que a Lupe Marín la hacían “única” —y que Diego Rivera inmortalizó en dos célebres retratos al óleo (uno data de 1924 y otro de 1938) y que Juan Soriano también inmortalizó en su Retrato de Lupe Marín (1945) y en varios cuadros de la serie de Lupes abstracto-figurativas que hizo entre 1961 y 1963— y esa primigenia mujer desnuda de supuesto “rostro faunesco” también es el rostro de Lupe Marín, como primordialmente y sin ninguna duda lo es en la imagen de La Fuerza —que Raquel Tibol, en su ensayo sobre La Creación que se lee en Diego Rivera, luces y Sombras (Lumen, 2007), describe así: “ojos claros, mirando a lo lejos, las manos una encima de otra, sobre el borde del escudo y tendiendo ancho puñal de combate está La Fortaleza, su escudo es rojo carmín, bordado de bermellón, en el centro un sol de oro”. No obstante, si bien se ve, el rostro de La Danza —que baila con los brazos en alto al son del Canto y de La Música, observada por la sedente y bobalicona “mujer desnuda con un rostro faunesco”—, pese a que no posee el color verde de los ojos de Lupe, tiene un dejo ella. 

 
El rostro de Lupe Marín es el rostro de La Fortaleza,
detalle de La Creación (1922-1923),
mural a la encáustica de Diego Rivera
en el Anfiteatro Bolívar de San Ildefonso
     
Detalle de La Creación donde se aprecia a la alegoría de
La Fortaleza con el rostro de Lupe Marín
     
Detalle de La Creación donde Lupe Marín posó para
las alegorías de El Canto y La Mujer
   
La Creación (1922-1923), mural a la encáustica de Diego Rivera
Anfiteatro Bolívar de San Ildefonso
Centro Histórico de la Ciudad de México
     Vale añadir que tal especie de “ceguera” también se observa en otras minucias de Dos veces única; por ejemplo, en el “Capitulo 23/Los subrealistas”, se lee: “Mientras Lupe disfruta sus últimos días en París, Diego y Frida llegan a Detroit el 20 de abril de 1932. Edsel Ford, hijo de Henry Ford, ofrece veinte mil dólares por unos murales en el patio interior del Instituto de Arte. A los costados del panel central Rivera pinta dos mujeres gigantescas: una rubia y otra morena que llevan en sus brazos frutas y verduras del mercado de Michigan.” Pero lo cierto es que —ambas desnudas y sedentes— la rubia sólo sostiene entre sus brazos espigas de trigo y la morena sólo manzanas.
La rubia con espigas de trigo.
Detalle de La industria de Detroit (1932-1933),
fresco de Diego Rivera.
 
La morena con manzanas.
Detalle de La industria de Detroit (1932-1933),
fresco de Diego Rivera
     
Detalles de La industria de Detroit  (1932-1933),
fresco de Diego Rivera.
Instituto de Artes de Detroit, muro este.
        Y en el “Capítulo 32/El primer nieto”, donde se cuenta que “el 2 de junio de 1947” nace el primer hijo de Lupe Rivera Marín, registrado con el nombre de “Juan Pablo Gómez Rivera”, apunta la voz narrativa: 
    “Diego, indiferente a todo lo ajeno a su pintura, levanta al niño en brazos. Pronto se fastidia. Solo le gustan los niños que pinta. 
“—Si este es hijo de un Gómez Morín espero que el próximo no sea de Francisco Franco —arremete contra su hija.” 
Diego Rivera retratando a su hija Guadalupe Rivera Marín y a su nieto Juan Pablo Gómez Rivera en
Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central  (1947),
fresco en el desparecido Hotel del Prado
  Pero lo que olvida o ignora la “omnisciente” novelista es que ese mismo año de 1947, en el Hotel del Prado, Diego pintó a Lupe Marín y a las dos hijas que tuvo con ella: Lupe y Ruth (Pico y Chapo), en el extremo del lado derecho de su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, y que su hija Lupe posó para él cargando a su nieto, el bebé Juan Pablo, ataviado con un largo ropón de niña; y que el inmortal retrato de éste en el mural le salió con una enorme cabezota y retocados rasgos aniñados y amujerados. 

   
Detalle de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947) donde se aprecia
el rostro de Lupe Marín, el rostro de Ruth Rivera Marín y el rostro de Guadalupe Rivera Marín
cargando a su hijo el bebé Juan Pablo Gómez Rivera.
       Y luego, sobre tal mural, en el “Capítulo 35/El último autorretrato”, después de que el pintor, según la narradora, regresa de la URSS (donde se trató el cáncer en la próstata), dizque “a los setenta y un años” —que en rigor debió cumplir el 8 de diciembre de 1957, pero murió el 24 de noviembre de ese año—, quesque “Lo primero que hace Diego al regresar de la Unión Soviética es eliminar la frase del Nigromante en su mural del Hotel del Prado: ‘Dios no existe’. En su lugar escribe ‘Constitución de 1917’.” El cambio 
—precisa Raquel Tibol en su citado libro— en realidad ocurrió “el 15 de abril de 1956” después de permanecer “oculto durante ocho años”; y lo más relevante y trascendente del cambio: la frase que Diego escribió para sustituir el “Dios no existe” no fue “Constitución de 1917” (lo cual sería incongruente y absurdo), sino “Conferencia en la Academia de Letrán el año de 1836”, tal y como se puede ver y leer en el Museo Mural Diego Rivera; histórico acto registrado por periodistas y fotorreporteros que estuvieron presentes, entre ellos Héctor García, de quien en la página 261 de Pata de perro. Biografía de Héctor García (CONACULTA, 2007), volumen de Norma Inés Rivera, se aprecia una foto, con su correspondiente pie, que lo testimonia; y en la página 495 del citado librote Diego Rivera. La obra mural completa se ve otra imagen del mismo fotógrafo y en la página 494 una foto a color del detalle del mural donde, bajo la imagen tutelar de Benito Juárez (1806-1872), se observa al maduro pensador liberal Ignacio Ramírez (1818-1879), quien firmaba sus artículos periodísticos con el pseudónimo de El Nigromante, sosteniendo el pergamino donde se lee: “Conferencia en la Academia de Letrán el año de 1836”; leyenda que remite al hecho histórico de que siendo un joven estudiante de la Academia Literaria de San Juan de Letrán pronunció un discurso que causó revuelo (sobre todo entre católicos y conservadores) al declarar: “No hay Dios; los seres humanos se sostienen por sí mismos.” 
     
Detalle de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947) donde El Nigromante
sostiene el pergamino que reza: 
“Conferencia en la Academia de Letrán el año de 1836”,
sitio donde originalmente Diego Rivera escribió la revulsiva frase para

los católicos y la intolerante derecha:“Dios no existe”.
     
Detalle de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947) donde
se aprecia al pensador liberal Ignacio Ramírez (1818-1879)
bajo la imagen tutelar de Benito Juárez (1806-1872)
      Pero el caso es que en la novela, luego del regreso de Moscú en 1956, dizque “a los setenta y un años”, y de haber dizque cambiado la mentada frase del Nigromante por “Constitución de 1917”, “Lola Olmedo lo invita a Acapulco”, pues “Alega que vivir al nivel del mar le hará bien”; y dizque “Allá pinta, en 1954, su último autorretrato: un Diego enflaquecido que sostiene con una mano la paleta y con la otra su corazón, la tristeza dibujada en su rostro.” ¡En 1954! O sea, que Diego Rivera, acompañado de la galerista Emma Hurtado, su última y tercera esposa desde el 29 de julio de 1955, no sólo en 1956 regresó de Moscú a la Ciudad de México y luego, convaleciente, viajó a Acapulco, sino que viajó a dos años antes, a 1954, para pintar “su último autorretrato”. ¡Recontra viaje al pasado! Sin duda a través de la máquina del tiempo. ¡Ciencia ficción pura!

Diego Rivera y Emma Hurtado en el hospital de Moscú
Invierno de 1955-1956

III de VII 
Según dice Elena Poniatowska en su prólogo: “tanto Dos veces única como Leonora o Tinísima pueden ser el punto de arranque para que un verdadero biógrafo rescate la vida y obra de personajes fundamentales en la historia y en la literatura de México.” Quizá. Pero lo cierto es que en Dos veces única abundan las nimiedades parecidas a las expuestas y numerosas aseveraciones erradas y pasajes controvertidos que por igual implican e incitan el desacuerdo, la consulta y la polémica. Por ejemplo, pese a que los estridentistas (1921-1927) nunca conformaron una brigada vasconcelista ni se integraron a las misiones culturales de José Vasconcelos, secretario de Educación Pública entre el 1º de octubre de 1921 y el 27 de julio de 1924, en el “Capítulo 6/La italiana”, se lee: “En las misiones culturales Luis Quintanilla, el grabador Leopoldo Méndez y el autor de El café de nadie [Ediciones de Horizonte, 1926], Arqueles Vela, Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide y Fermín Revueltas se convirtieron en educadores y ordenan la vida de los demás antes que la suya. Primero son los niños sin escuela y luego los campesinos de calzón de manta los que observan al bellísimo Leopoldo trazar las letras del alfabeto sobre un pizarrón o sobre la arena de la playa o sobre un muro en la calle o sobre un grano de arroz. Para complacerlos, Méndez dibuja a cada uno de sus espectadores y arranca las hojas de su cuaderno: ‘Toma, toma, toma tú, toma, ándale’ y les regala el único retrato que tendrán en la vida. Al despedirse insiste en repetir: ‘Ustedes son la semilla de nuestro continente’.”
Los estridentistas en Xalapa (c. 1926):
Ramón Alva de la Canal, Germán List Arzubide, Manuel Maples Arce,
Arqueles Vela y Leopoldo Méndez.
          Otro ejemplo de añadido de su cosecha se lee en el “Capitulo 23/Los subrealistas”, cuando en el supuesto abril de 1932, ya separada de Jorge Cuesta y recuperada de un trastorno corporal y psicológico, Lupe Marín está en París, porque Rivera le paga el viaje, y se hospeda en el “Hotel de Suez en el Boulevard Saint Michel, donde solía hospedarse Diego” —dice el Ilya Ehrenburg de la novela—; pero el que se hospedó allí, entre mediados de junio y mediados de agosto de 1928, fue el Jorge Cuesta de la vida real. Guiada por el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón —quien no deja de galantearla y en tratar de ligar un acostón con ella—, Lupe Marín le pide que la lleve a “conocer a Marika, la hija de Diego, para ver si de veras se parece tanto a él como cuentan”. (La muy morbosa también quiso ver el sitio en la Catedral de Notre Dame donde el 11 de febrero de 1931 se suicidó Antonieta Rivas Mercado con la pistola de José Vasconcelos). 

     
Antonieta Rivas Mercado
(1900-1931)
Foto: Tina Modotti
      Según dice la voz narrativa: “En la casa casi vacía la joven Marika, de dieciocho años y mirada triste, saluda con gracia. Es alta, de cabello oscuro”. Tras examinarla, Lupe confirma: “No hay duda, te pareces a Diego más que nadie que haya visto jamás.” Pero en la vida real —y es de sobra consabido—, Marika, la hija que Diego Rivera tuvo con la pintora rusa Marevna Vorobieva-Stebelska (1892-1984), nació el 13 de noviembre de 1919, en París, “en un hospital de beneficencia pública” (murió en Londres el 14 de enero de 2010). Esto lo argumentan varios historiadores (que varían la castellanización del apellido de Marevna), entre ellos Olivier Debroise en la página 101 de Diego de Montparnasse (FCE, 1979). No obstante, desde junio de 1911 la esposa de Diego Rivera era la pintora rusa Angelina Beloff (1879-1969), quien lo recuerda en sus póstumas Memorias (UNAM, 1986) y a quien conoció en Brujas, Bélgica, en el verano de 1909. O sea, Marika Rivera, en la vida real, a mediados de 1932 tenía 12 años y no 18, y su rostro para nada se parecía al rostro de Diego Rivera. Esto puede observarse, por ejemplo, en Casanova (1976), película dirigida por Federico Fellini, donde Marika Rivera hace el papel de Astrodi; y en la página 138 del citado Encuentros con Diego Rivera, donde se reproduce en blanco y negro un retrato a la acuarela, sin fecha, que Marevna Vorobieva le hizo a su joven hija; más una fotografía de su rostro, con atavío y pose de actriz de cine, que Marika Rivera le envió, en 1954, al pintor “con una dedicatoria [manuscrita] en el reverso”: “Marika to mon cheri papa Diego”.

     
Retrato de Marika Rivera, acuarela sin fecha
de Marevna Vorovieba-Stelbelska
       
Marika Rivera en 1954. Foto enviada a Diego Rivera con una
dedicatoria en el reverso
”:
Marika to mon cheri papa Diego
     
Marika Rivera
(1919-2010)
      Y en Diego Rivera. Palabras ilustres 1886-1921 (MCEDRFK/INBA, 2007) se reproduce a color, sin fecha y en dos páginas contiguas (342-343), un retrato colectivo de Marevna Vorobieva-Stebelska de largo título: Homenaje a los amigos de Montparnasse: Diego Rivera, Marevna y Marika, Ilya Ehrenburg, Chaim Soutine, Amadeo Modigliani, Jeanne Hebuterne, Max Jacob, Moises Kisling y Zborowsky
El retrato de Diego Rivera con sombrero, bigotillo y barba que se ve en la reproducción del lienzo evoca los conocidos retratos fotográficos del Diego Rivera de los años de su primera estadía estudiantil en España y de la posterior época cubista en Montparnasse; además, se observa que la niña Marika Rivera no tenía un pelo de parecida con el pintor. 
Diego Rivera
(París, c. 1911)

     
Detalle de Homenaje a los amigos de Montparnasse, lienzo sin fecha de Marevna Vorovieba,
donde se observa a ésta con su hija Marika Rivera y a Diego Rivera con sombrero,
bigote y barba
     
Homenaje a los amigos de Montparnasse: Diego Rivera, Marevna y Marika,
Ilya Ehrenburg, Chaim Soutine, Amadeo Modigliani, Jeanne Hebuterne,
Max Jacob, Moises Kisling y Zborowsky
, lienzo sin fecha de Marevna Vorovieba
         Vale añadir que la idea de que Marika Rivera se parecía muchísimo al pintor, Elena Poniatowska ya la usó en la supuesta voz de Angelina Beloff, precisamente en la carta al muralista fechada el “28 de enero de 1922” que se lee en
Querido Diego, te abraza Quiela (Era, 1978), nostálgica, melancólica y entrañable narración construida a través de doce misivas de la pintora al pintor, fechadas entre el “19 de octubre de 1921” y el “22 de julio de 1922”, ella esperándolo en la pobreza en París y él progresando en México, cuya información, dice la autora en una postrera nota, mucho le debe a La fabulosa vida de Diego Rivera, biografía de Bertram D. Wolfe, cuya primera edición neoyorquina en inglés data de 1963 y en español de 1972, traducida por Mario Bracamonte.
 
Retrato de Angelina Beloff (1909),
óleo sobre tela de Diego Rivera
       
María del Pilar Barrientos de Rivera en 1917
   
La madre y la hermana del pintor Diego Rivera
         El familiar del muralista cuyo rostro era inequívocamente muy parecido al suyo era el de su madre: doña María del Pilar Barrientos de Rivera; pero también su hermana María —autora de Mi hermano Diego (SEP/GEG, 1986), libro biográfico y de memorias concluido en 1960— se parecía mucho a él; y tanto en éste, como en Encuentros con Diego Rivera, se observan varias fotos que lo confirman. Y la Lupe Marín de la novela debía de saberlo, pese a que parece que lo ignora, puesto que, según se lee en el “Capítulo 3/La boda de un comunista”, el “día de la boda” de Diego Rivera y Lupe Marín, celebrada “El 20 de julio de 1922” en la iglesia “de San Miguel Arcángel en la calle de San Jerónimo”, la madre del pintor estuvo allí. Pero ¿por qué el comunista y ateo de Diego Rivera se casó por la Iglesia? (remember la célebre y dogmática frase de Karl Marx: “La religión es el opio del pueblo”). Al parecer, no fue sólo para complacer a los padres y a la familia de la novia. Sobre ello, Juan Rafael Coronel Rivera, en su citado ensayo sobre La Creación, formula una respuesta: “Angelina Beloff aguardaba en París el regreso de su marido, pero las intenciones de Rivera ya eran claras: Angelina era cosa del pasado, y por ello no dudó en proponerle matrimonio a Lupe. Hasta su muerte, Marín decía que era la única mujer de Rivera, ya que sólo con ella se había casado por el rito de la Iglesia católica; más en realidad la situación era otra. Rivera no podía desposarse por lo civil debido a que, legalmente, no se había separado de Beloff. Diego Rivera y Guadalupe Marín contrajeron matrimonio en la Parroquia de San Miguel Arcángel, ubicada en la calle de San Jerónimo número 95, en la ciudad de México, el día 20 de julio de 1922; los bendijo el presbítero Enrique Servín.” 
Diego Rivera y Lupe Marín embarazada
(Iztacalco, Viernes de Dolores de 1924)

IV de VII
Otro ejemplo de lo omitido y arbitrario que se lee en Dos veces única puede ser lo relativo a Ulises (1927-1928), Revista de curiosidad y crítica coeditada por Xavier Villaurrutia y Salvador Novo (gracias al mecenazgo de Antonieta Rivas Mercado), que sólo hizo 6 números, y que es anterior a la revista Contemporáneos (1928-1931), que llegó al número doble 42-43. Sin precisar las fechas, los Contemporáneos ya lo son antes de serlo y dizque actúan en bloque o en comparsa; es decir, cuando aún son los Ulises y Jorge Cuesta inicia su cortejo de Lupe Marín y dizque asisten en manada a las tertulias que ella, al margen de su marido, celebraba en su legendaria casa de Mixcalco 12. Así, la narradora pone énfasis en el supuesto afrancesamiento de los Contemporáneos y en el supuesto hecho de que son contrarios a la pintura de Diego Rivera y a su ideología nacionalista y comunista. No obstante, omite el hecho de que en el número 5 de la revista Forma, editada en 1927, Xavier Villaurrutia publicó un breve y elogioso artículo ilustrado donde esboza de manera vaga y genérica la formación y trayectoria del pintor: “Historia de Diego Rivera”; y en el número 5 de la revista Ulises, correspondiente a diciembre de 1927, los Ulieses le rindieron un reconocimiento o tributo a Diego Rivera al reproducir, sin datar, dos óleos de caballete (característicos del estilo riverino en boga): el retrato de una niñita indígena y el retrato de un niñito indígena, y dos encuadres de sus murales que ilustran su nacionalismo y mexicanismo popular in progress. En ese momento, además, se ha concretado el galanteo de Jorge Cuesta y la ruptura de Lupe Marín y Diego, quien estaba en la URSS, invitado a los festejos conmemorativos del décimo aniversario de la Revolución de Octubre, cosa que los editores de Ulises enrevesada e irónicamente comentan sin firma en la sección “El curioso impertinente”: Para Rusia —¿se nos quedará en Alemania?— partió Samuel Ramos, acompañando a Diego Rivera —¡que no se nos quede en Rusia!— Esperemos, para verles de nuevo en México, que Alemania sea, para aquél, demasiado Oriente, y demasiado el Occidente, Rusia, para Diego.”
       
Xavier Villaurutia (c. 1930)
Foto: Manuel Álvarez Bravo
     
Jorge Cuesta (c. 1930)
Foto: Manuel Álvarez Bravo
   
Salvador Novo (c. 1930)
Foto: Manuel Álvarez Bravo
       En este sentido, en el “Capítulo 10/Los Contemporáneos” se lee en el único pasaje donde se menciona a la revista Ulises: “El ingenio de los Contemporáneos, su discurso sobre sí mismos y la revista Ulises hartan al Panzas, que conoce a fondo la vanidad de la bohemia. Alguna vez asistió al Teatro Ulises de Antonieta Rivas Mercado y vio al pintor Manuel Rodríguez Lozano huir despavorido como si fuera el diablo. A él, el sarcasmo de Novo no le dice nada. Los Contemporáneos aficionados a su Prieta Mula le ofrecen un dejà-vu de lo que conoció en el París de principios de siglo cuando lo llamaban le Mexicain.” 

    
Portada del número 1 de la revista Ulises
Mayo de 1927
     
Portada del número 1 de Contemporáneos
Junio de 1928 
     
Antología de la poesía mexicana moderna
firmada por Jorge Cuesta
Mayo de 1928
      Y luego, en el “Capítulo 12/El Monte de Piedad”, sin precisar la fecha de la edición (el número uno de la revista Contemporáneos data de junio de 1928), la narradora apunta en un breve pasaje: “En el primer número, el pintor Gabriel García Maroto critica a Diego Rivera. En respuesta, Diego arremete contra los Contemporáneos y los llama ‘maricas’.” Obviamente el conflicto no fue tan simple y lo que omite es que Gabriel García Maroto (1889-1969), pintor español, quien además diseñó la portada de la revista, era contemporáneo de Diego y no de los Contemporáneos, y que en su ensayo —repleto de generalizaciones, circunloquios y vaguedades—, pese a la crítica, al escarnio y al menosprecio, incluso en las postreras notas “a los grabados”, no deja de ponderar ciertos aspectos del talento artístico y técnico de Rivera. Y más aún: la respuesta a los Contemporáneos no se limitó a una exclamación visceral —Diego los “apodó ‘los anales’ (debido a la ostentación que algunos de ellos hacían de su homosexualidad)”, apunta Reyna Barrera en Salvador Novo, navaja de la inteligencia (Plaza y Valdés, 1999)—, sino que en el Corrido de la Revolución Proletaria, realizado 1928 en el segundo piso de la Secretaría de Educación Pública (donde Salvador Novo y Xavier Villaurrutia tenían sus oficinas), pintó un panel en el que se lee: “el que quiera comer que trabaje”, donde además de colocar cabizbaja y triste a la ricachona y filántropa Antonieta Rivas Mercado recibiendo una escoba de una revolucionaria con carruchera y rifle, ridiculizó a Salvador Novo, a cuatro patas y con orejas de burro, recibiendo una patada en el trasero de un niño revolucionario que parece ser un autorretrato del muralista y por ende también resulta un contraataque a los versos satíricos que Novo le endilgó in crescendo por esa época: “La Diegada”, “Sonetos a Diego”, “Décimas al mismo” y “Quintilla a lo mismo”. 
     
El que quiera comer que trabaje, panel del
Corrido de la Revolución Proletaria (1928),
fresco de Diego Rivera en el segundo piso de la SEP
       En su Guía de los murales de Diego Rivera en la Secretaria de Educación Pública (SEP, 1986), el crítico e historiador Antonio Rodríguez esboza así el panel El que quiera comer que trabaje: “El pintor responde aquí, en forma sarcástica, a los poetas y escritores que se burlaron de la pintura mural y de otras formas del arte afines al pueblo. Diego Rivera parece autorretratarse en el soldado que empuja con el pie al personaje elegante, pero con orejas de burro y en ridícula postura, que algunos consideran un retrato caricaturizado de Salvador Novo [apodado Nalgador Sobo, incluso se recuerda en el “Capítulo 21” de Dos veces única]. De hecho, el artista quiso simbolizar con ello a los representantes de un arte elitista, ajeno a las luchas e inquietudes populares y revolucionarias. La mujer con la escoba, a quien obligan a trabajar, representa a María Antonieta Rivas Mercado, promotora del grupo de teatro de vanguardia ‘Ulises’, y a quien debemos un importante epistolario.” 
El que quiera comer que trabaje (1929)
Foto: Tina Modotti


Elena Poniatowska, Dos veces única. Viñetas de Carmen Irene Gutiérrez Romero. Biblioteca Breve/Seix Barral. 1ª ed. México, septiembre de 2015. 416 pp.


Continúa y concluye en Dos veces única (2 de 2)

Dos veces única (2 de 2)

Y Prieta Mula por siempre



V de VII
Elena Poniatowska, autora de Dos veces única (Seix Barral, 2015)
Foto: Mariana Yampolsky

Trazada de un modo pintoresco y folclórico, en Dos veces única la relación entre Diego Rivera y Lupe Marín carece de tensión dramática, incluso cuando caricaturescamente la voz narrativa refiere sus discrepancias y pleitos; por ejemplo, cuando en el “Capítulo 8/La tierra fecunda” relata (con un gag de dibujos animados a la Hanna-Barbera Productions) que la protagonista y Concha Michel se confabulan y preparan para emboscar y “matar” al pintor por infiel: 
“—¿Por qué vienes a esta hora? —reclama Lupe, sus ojos verdes más verdes que nunca.
“—Mira lo que te traje —le tiende Diego una guitarra.
“Guadalupe se la ensarta en el cuello y todavía —por simpatía— resuenan algunas cuerdas de música aunque nadie las toque. Sus puñetazos dan en el pecho, sus patadas en el vientre y su fuerza lo obliga a entrar a la cocina; vuelan platos, vasos y cazuelas. Concha espera en lo alto del pretil y solo escucha el estrépito de la vajilla sobre el piso de mosaico. Después se hace el silencio. ‘Ahora, ¿qué pasa?’.
“—¡Ay, desgraciados!, estos dos ya se entendieron y esta cosa se amoló —adivina Concha.”
Concha Michel con su guitarra (c. 1928)
Foto: Tina Modotti
   
Compilación de Corridos Revolucionarios
1938-1939
 que interpretaba Concha Michel con guitarra y voz.
El grabado es de Gabriel Fernández Ledesma.
Nótese el atento perro sentado.
         Tal estilo chistosito y caricaturesco, muy de Elena Poniatowska, está presente a lo largo de la novela y se puede observar, por ejemplo, cuando en el mismo capítulo dibuja la supuesta imagen de Concha Michel, que en buena parte de la obra es la única amiga, cercana y constante, de Lupe Marín: “La camarada comunista Michel es pequeña y fuerte. Cabe en cualquier lugar y cuando pone las manos en sus caderas parece una jarrita de atole o una campanita de barro negro de Oaxaca.” Imagen pintoresca, folclórica y graciosa, como extraída de una tela o de un mural de Rivera, que ineludiblemente evoca la caricatura de sí misma que la narradora trazó en la entrevista que le hizo al arquitecto Luis Barragán, fechada en “Diciembre de 1976”, reunida en el tomo 1 de Todo México (Diana, 1990): “Pensé que no podría ser sacerdote porque besaba mucho a las mujeres llamándolas ‘linda’ y mirándolas con cariño. Se doblaba en dos para abrazarlas porque siempre eran más pequeñas, a veces se doblaba en cuatro, y en mi caso hasta en seis, porque siempre he sido del tamaño de un perro sentado.” Un perro xoloescuincle, se deduce, de la ancestral especie prehispánica, semejante a ciertos ejemplares que Diego Rivera trazó en cuadros, gráficas y muros, y a los perros itzcuintli que Frida Kahlo tuvo en la Casa Azul; uno se llamaba Xólotl y con un diminuto arquetipo de la especie se autorretrató en Perro itzcuintli conmigo (c. 1938). 

Perro itzcuintli conmigo (c. 1938),
óleo sobre tela de Frida Kahlo
     
Frida Kahlo y dos itzcuintlis en la Casa Azul (c. 1944)
Foto: Lola Álvarez Bravo
       Pero el caso es que el Diego Rivera de la novela, pese a los vaivenes de la vida y al carácter polémico, anticomunista, agresivo, peleonero y castrador de Lupe Marín, nunca la agrede y siempre la apoya, y de cuya creciente fama ella siempre busca sacar algún beneficio. En contraste, el vínculo y las desavenencias entre Jorge Cuesta y Lupe Marín sí presentan cierta tensión dramática, aunada a la intrincada y fragmentaria manipulación que la narradora hace de cartas y artículos periodísticos del autor del póstumo “Canto a un dios mineral” (1942), de los datos biográficos y bibliográficos sobre él, y de la leyenda negra que lo rodeó y aún rodea, como es el caso de su psicosis, de su presunta drogadicción, de sus experimentos químicos, de la supuesta búsqueda del elíxir de la eterna juventud, de sus confinamientos psiquiátricos, y el de su oscura y siniestra muerte ocurrida la madrugada del “jueves 13 agosto de 1942” “En el sanatorio del doctor Rafael Lavista, en Tlalpan”, “cuando aún no cumplía treinta y nueve años de edad”. Por ejemplo, en el “Capítulo 24/Poesía y química” se lee sobre Jorge Cuesta —quien en la vida real, entre 1921 y 1925, estudió en la Escuela de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de México, pese a que no hizo su tesis ni se tituló, según dice Jesús R. Martínez Malo en la “Cronología” que pergeñó para el volumen Jorge Cuesta. Obras reunidas III (FCE, 2007): 

Jorge Cuesta
(1903-1942)
       “Salvador Novo, Xavier Villaurrutia y Julio Torri reciben a Aldous Huxley en la estación Buenavista.

“—Mi único interés en la Ciudad de México es ver a Cuesta, Lawrence me habló de su inteligencia —informa Huxley.
“En 1923, durante su estancia en México, a D.H. Lawrence le llamaron la atención los conocimientos del joven químico mexicano y jamás olvidó la certeza con que Cuesta le aseguró que ‘estaba a punto de descubrir el elíxir de la eterna juventud’.
“Se lo recomendó a Huxley pero no por su inteligencia, sino por su conocimiento de la marihuana, el peyote, los hongos alucinógenos a los que Cuesta recurre desde los veinte años. ‘He’s an expert, there’s no one like him’.
“En ese momento Jorge experimenta una forma sintetizada de marihuana de la que puede extraerse un energético.” 
   Y en el “Capítulo 15/Potrero”, cuando en 1929 Jorge Cuesta, ya casado con Lupe Marín, está con ella y sus dos hijas en el ingenio azucarero El Potrero, cercano a Córdoba, Ver., y tiene a su cargo el laboratorio, dizque “Le oculta que acostumbra inyectarse sustancias de su propia invención que lo transportan al paraíso.”  
D.H. Lawrence
(1885-1930)

     
Aldous Huxley
(1894-1963)
       Vale puntualizar que se infiere que en la vida real D.H. Lawrence en 1923 no conoció al veinteañero Jorge Cuesta (quien a esa edad aún no era “el más triste de los alquimistas” ni tal redomado y célebre drogadicto) y que el episodio de Aldous Huxley, quien tampoco lo conoció, ocurre supuestamente en 1933 —dado que en la vida real ese año viajó unas cuantas semanas por México, viaje que registró con xenofobia, ignorancia, megalomanía, tergiversaciones, misoginia y repulsión en su libro de viajes Beyond the Mexique Bay (Chatto & Windus, Londres, 1934)—, cuando Jorge Cuesta, en la novela, recién se ha separado de Lupe Marín (dizque se divorciaron en el Registro Civil de Coyoacán el 20 de septiembre de 1932), dizque vive en “la calle Moneda que desemboca en Catedral” y dizque ha sido nombrado “jefe del Departamento Técnico del laboratorio de la Sociedad de Productores de Alcohol, recién fundada por la Secretaría de Hacienda”. Según Martínez Malo esto ocurrió en 1937 y es cuando “Nombra a su colega Alfonso Bulle Goyri subjefe”. Pero en la novela esto ocurre en 1933 y es cuando Jorge Cuesta “Designa subjefe al químico Alfonso Bulle Goyri, que lo sigue como los apóstoles a Jesucristo. A Alfonso Bulle Goyri lo pasma la inteligencia de Cuesta: ‘Lo que hace en el laboratorio lo tiene en la cabeza y nunca escribe nada, pasa de una cosa a otra sin anotar fórmula alguna’, cuenta a los demás. Pero lo que más le sorprende es uno de los experimentos de Cuesta para quitarle a la estricnina su efecto nocivo. Delante de Bulle él mismo ingiere el veneno sin que le pase absolutamente nada.” 

Pero además de otros experimentos que hace Jorge Cuesta en ese “nuevo laboratorio”, como es la supuesta conversión de “desechos de aceite comestible en gasolina”, el legendario cambio de la “estructura molecular de la ergotina” y el legendario “Procedimiento para la producción sintética de sustancias químicas enzimáticas” que experimentó consigo mismo, más el descubrimiento del “secreto de la juventud” “después de largas horas de insomnio”, la novela de Elena Poniatowska incurre en otras libertades o desaguisados, según se vea. Por ejemplo, en ese mismo capítulo de “Poesía y química”, dice la voz narrativa después de aludir su recién nombramiento de jefe del laboratorio de la Sociedad de Productores de Alcohol:
    “Además del trabajo en la Sociedad de Productores de Alcohol, Jorge escribe para El Universal. Su artículo sobre José Clemente Orozco lo mantiene en ascuas. A las seis de la tarde acude a la redacción, en la calle de Bucareli:
    “—Se lo vamos a publicar, pero lo que vende son las crónicas de policía.”
 
Diego Rivera con sonrisa de vampiro, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco
        Chistosito, pero es inverosímil que le dijeran tal cosa, como si Jorge Cuesta fuera un principiante y por generación espontánea hubiera surgido en el fondo de un matraz o en un tubo de ensayo o de la nada y el escándalo periodístico iniciado en Excélsior el 19 de octubre de 1932 y el juicio, finalmente absolutorio de la demanda contra la revista Examen y su director, no hubiera tenido ningún eco en la prensa oficial, de derechas e izquierdas; a esto se añade el hecho de que el breve artículo: “La pintura de José Clemente Orozco”, no data de 1933, sino que fue escrito más tarde, puesto que apareció en El Universal el 15 de febrero de 1934, según lo anotaron Luis Mario Schneider y Miguel Capistrán en el segundo (de los cuatro libros) de la póstuma exhumación y acopio de poesías, artículos y ensayos dispersos de Jorge Cuesta titulados: Poemas y ensayos (UNAM, 1964). 
    Algo parecido ocurre cuando —según se lee en el mismo “Capítulo 24/Poesía y química”— tras el cierre de la revista Examen (el último y tercer número data del “20 de noviembre de 1932”, fecha que no cita la novelista), y ya Jorge Cuesta quesque anda en amoríos con Alicia Echeverría Muñoz, dizque escribe un “ensayo que lo hace recordar a Lupe: ‘La mujer en las letras’”, del que la narradora trascribe un fragmento. Pues en la vida real tal escueto ensayo se titula: “La mujer en las letras: Margarita Urueta”, y no data de 1933, dado que apareció el 3 de diciembre de 1934 en El Universal, según se lee en la citada recopilación. 
       
Elena Poniatowska a la Frida Kahlo
        Y en el “Capítulo 21/Faltas a la moral”, donde la narradora vaga, fragmentariamente y sin datar refiere que “El diario Excélsior inicia una campaña en contra de los Contemporáneos” —que derivaría en el juicio contra Examen y contra su director Jorge Cuesta, por las 18 “malas palabras” publicadas en varios capítulos de Cariátide, novela de Rubén Salazar Mallén, en los números 1 y 2 de la revista, correspondientes a “Agosto de 1932” y a “Septiembre de 1932”—, curiosa y paradójicamente, en vez de desbrozar y resumir el complejo intríngulis político —quizá alimentándose de la minuciosa indagación documental del caso que Guillermo Sheridan expone y analiza en Malas palabras. Jorge Cuesta y la revista Examen (Siglo XXI, 2011)— asume la superficial perspectiva de los acusadores, de quienes pusieron el grito en el cielo y el Jesús en la boca porque, dice, “El exceso de malas palabras de Salazar Mallén ofende a la moral y las buenas costumbres”:

“En la redacción de la revista participan Villaurrutia, Novo, José Gorostiza, Samuel Ramos, Julio Torri, Luis Cardoza y Aragón y Rubén Salazar Mallén, cuyo texto Cuesta decide publicar en el primer número. Es un adelanto grosero de su novela Cariátide, sin más valor que el de suscitar el escándalo [sic]. Salazar Mallén es un personaje singular que presume sus conquistas, vocifera secretos de alcoba y corre el riesgo de que lo consideren un charlatán porque su cuerpo distorsionado no ofrece una sola garantía. También las groserías le distorsionan el rostro. En las reuniones de café lo temen porque estalla como una olla a presión. Según Salvador Novo, podría ser el gran crítico literario de México si se dejara llevar por sus neuronas más que por sus hormonas. Algunos lo llaman la Suástica porque es un seguidor del nazismo.”
Rubén Salazar Mallén
(1905-1986)
       Vale objetar —al margen de su trazo de la personalidad de Salazar Mallén, quien cuenta su versión de los hechos en Adela y yo (México, 1957) y cuyo apodo la Suástica data de los años 40— que si bien los fragmentos de Cariátide denotan la baja calidad de la obra, de ninguna manera es “un adelanto grosero” que buscaba “suscitar el escándalo”. Si Elena Poniatowska hubiera leído esos soporíferos pasajes que se pueden leer en la edición facsimilar de Examen que el FCE publicó en 1980 y al término de la citada investigación documental, reflexiva y relatora de Guillermo Sheridan, quizá no hubiera dicho tal cosa y hubiera reseñado y resumido el beligerante contexto social y el meollo del histórico caso, de la polémica y del juicio, cuyo trasfondo católico, reaccionario, ideológico y político en contra del laicista y socialista Narciso Bassols, entonces poderoso Secretario de Educación Pública —y posible aspirante a suceder a Abelardo L. Rodríguez, presidente de México entre el 2 de septiembre de 1932 y el 30 de noviembre de 1934—, implica un flagrante atentado contra la libertad de expresión, que ella más o menos alude cuando transcribe sin datar unos fragmentos, como si fuera un alegato defensivo dicho por el poeta, diciendo que “Cuesta asiste a todas las audiencias y se defiende solo”. Fragmentos que Jorge Cuesta publicó y rubricó en los postreros “Comentarios Breves” que cierran el número 3 de la revista Examen, publicada el “20 de noviembre de 1932”. Y aunque apunta que “La revista alcanza a publicar tres números”, no dice que buena parte del tercer número abunda en la defensa de Examen. Allí, en la compilación de “Opiniones” sobre la “Consignación de ‘Examen’”, se lee un pasaje del escritor Xavier Icaza —el autor de Panchito Chapopote (Cvltvra, 1928)— que da someros indicios de por dónde iban los tiros:

Panchito Chapopote (Cvltvra, 1928), de Xavier Icaza,
ilustrado con grabados en madera de Ramón Alva de la Canal
“El escándalo hecho alrededor de ‘Examen’ es absurdo.
“Acusa una mentalidad pequeño-burguesa de mediados del siglo XIX. ‘Examen’ se ha limitado a seguir una corriente de avanzada de la época. Es una revista de vanguardia —en el buen sentido de la palabra.
“Si su lenguaje ha sido crudo, es porque así es el objeto que pinta. Y si no se correspondiera el lenguaje y su objeto, aquél sería falso, académico, ñoño— como si las prostitutas de Lautrec se disfrazaran de damas del gran mundo, o la carne del hampa de los cuadros de Orozco se cubriera con encajes o sedas.
“Una de las conquistas de la literatura contemporánea ha sido dar al lenguaje su papel verdadero, despojarlo de todo inútil adorno o artificio, convertirlo —como dice Barbusse— de ropa en piel.
“A esto se ha limitado ‘Examen’.
“‘Examen’, que es, por ahora, a pesar de sus posibles limitaciones, el índice de nuestra más refinada y avanzada cultura, como lo fueron la Revista Azul, Revista Moderna, La Nave, México Moderno, Pegaso, Ulises, Contemporáneos...”
Vale añadir que a lo largo de la contraportada del tercer número de la revista Examen se anunció la aparición de Cariátide, novela de Rubén Salazar Mallén, con un “Prefacio de Jorge Cuesta” e “Ilustraciones fotográficas de Manuel Álvarez Bravo”. Libro que nunca se hizo.
Antología de la poesía mexicana moderna ( 2ª ed., 1952),
con un prólogo de Rubén Salazar Mallén
        La censura a Examen evoca la censura a Forma, “Revista de artes plásticas”, “Patrocinada por la Secretaría de Educación Pública y la Universidad Nacional”, dirigida por el grabador y pintor Gabriel Fernández Ledesma y Salvador Novo de supuesto “censor”. El número 1 data de octubre de 1926 y el séptimo y último de 1928, en cuyo mes de mayo apareció la Antología de la poesía mexicana moderna con el sello de Contemporáneos y Jorge Cuesta en calidad de antólogo y prologuista. El motivo que suscitó la escatológica moralina y el escándalo de las persignadas “buenas conciencias” y que truncó la vida de la revista Forma, fue la foto de la taza del excusado de Edward Weston, reproducida en la página 18 con el rótulo de W.C. Al pie de la imagen y del nombre del autor se lee un fragmento (quizá escrito por el fotógrafo, dado que en la página anterior figuran cinco breves conceptos sobre la foto escritos por él) que transluce la mojigatería y la intolerancia que expelía el ñoño entorno de la época de la Guerra Cristera y del maximato y que finalmente los censuró: 

W.C. (1925), foto de Edward Weston publicada
en el número 7 de la revista Forma (1928),
la cual suscitó un escándalo y el cierre.
        “Los espíritus timoratos, encasquillados por la costumbre de justipreciar la belleza por ‘el asunto’, no entenderán jamás que esta estructura de porcelana blanca es tan hermosa en sí como la arquitectura de una flor o la de un fruto.

“No quedarán conformes con el goce de ver, y romantizando a la flor por su perfume y al fruto por su gusto, harán evocaciones así, de las cosas.
“Las imágenes, pues, no cobrarán en su mentalidad el valor intrínseco de su belleza desnuda y siempre estarán supeditadas al subjetivo de ‘lo moral’ o ‘lo soez’.”
Fuente (1917), ready-made de Marcel Duchamp
     
Fuente (1917), ready-made de Marcel Duchamp
Foto: Alfred Stieglitz
      No obstante, vale observar que tal imagen —que ineludiblemente evoca la celebérrima Fuente (1917), el ready-made-urinario de porcelana de Marcel Duchamp— no es de las mejores tomas que Edward Weston hizo en 1925 de ese excusado que estaba en el departamento de El Barco —el edificio de la Avenida Veracruz, en la Colonia Condesa de la Ciudad de México—, donde vivía con Tina Modotti. En la página 116 de Tina Modotti. Fotógrafa y revolucionaria (Plaza & Janés, 1998), Margaret Hooks apunta sobre la foto y el caso: “Durante la visita de Mercedes [hermana de Tina], Weston se obsesionó con el retrete de la casa de Veracruz. La ‘sensual curva de la divina forma humana’ que vio en el retrete estimuló por completo su sensibilidad creadora y fortaleció su teoría de que la ‘forma sigue a la función’. Así, instaló la Seneca 8x10 en el piso y permaneció largas horas a gatas en el baño, obstaculizando a todos el paso. Su asombro fue enorme cuando el retrete relució, luego de que la sirvienta Elisa lo restregara; no obstante, se mostró impávido ante las bromas respecto a sus propios esfuerzos. Brett [el hijo de Weston] ofreció sentarse en él para mejorar la imagen y la siempre romántica Mercedes sugirió llenar la taza con rosas rojas. Pero Edward perseveró y el resultado fue una exquisita imagen del object d’art de relumbrante porcelana, cuya aparición en Forma, una revista de arte subsidiada por el gobierno, creó un escándalo tal que provocó el cierre de la publicación.”

Tina Modotti en la azotea de El Buen Retiro (1923)
Foto: Edward Weston
     
La buena fama durmiendo (1938)
Foto: Manuel Álvarez Bravo
      Pese al paso del tiempo, la mojigatería y la intolerancia no se fueron y alcanzaron a La buena fama durmiendo (1939), una de las fotos más seductoras, bellas, enigmáticas y memorables de Manuel Álvarez Bravo, que él concibió ex profeso para ilustrar la portada del catálogo de la IV Exposición Internacional del Surrealismo, celebrada en la Ciudad de México, en 1940, en la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor. Sobre la anecdótica realización de la imagen y sobre tal censura se puede leer un poco en el ensayo de Susana Kismaric que preludia las imágenes que se aprecian en el libro-catálogo Manuel Álvarez Bravo (MOMA/La Vaca Independiente, 1997).


VI de VII
Y propósito de los Contemporáneos y de otros desaciertos, en el “Capítulo 44/Diego Julián, el más lejano”, en torno a la muerte de Salvador Novo ocurrida el 13 de enero de 1974 y al suicidio de Jaime Torres Bodet el 13 de mayo de ese año, la contradictoria y azarosa voz narrativa de Dos veces única articula y recama una falacia que antecede una insidiosa falsedad que le cita o le atribuye a Efraín Huerta:
      “Con el paso de los años los Contemporáneos palidecen. Pocos los recuerdan, menos los estudian y muchos coinciden con Efraín Huerta: ‘En aquel tiempo los Contemporáneos estaban satisfechos de su obra, amenazaban a medio mundo con sonetos satíricos, se disculpaban de la desorientación ambiente, y decían estar ‘perfectamente sincronizados con el ritmo de los meridianos’. La verdad es que fue escasa su aportación. Con su conocimiento de lenguas, su sensibilidad y su cultura dieron —y ya es tiempo de acusar recibo— una serie de trabajos de la cual, dignamente, solo un diez por ciento debemos considerar como valiosa’.”
Efraín Huerta
(1914-1982)
Foto: Lola Álvarez Bravo
       Tal no es así, que, por ejemplo, parece que Luis Mario Schneider y Miguel Capistrán no hicieron el seminal y proteico acopio de los cuatro tomitos de los Poemas y ensayos de Jorge Cuesta, editados por la UNAM en 1964, reimpresos en 1978; cuarteta a la que Schneider, en 1981, añadió el quinto tomito titulado: Jorge Cuesta. Poemas, ensayos y testimonios; ni Elías Nandino, con un prefacio de él y otro de Rubén Salazar Mallén, no llevó a la imprenta, en 1958, a través de Editorial Estaciones, la Poesía de Jorge Cuesta, que es el omitido rótulo del “librito delgado aún si abrir” donde en el “Capítulo 47” el jovenzuelo “Juan Coronel, el transgresor”, descubre los poemas de quien fuera el segundo marido de su querida abuela Lupe Marín, con quien el “13 de marzo de 1930” tuvo un hijo llamado Lucio Antonio Cuesta Marín, malquerido por su madre y por sus hermanastras, quien estudió agronomía internado en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, donde, en el muro del fondo de la nave de la otrora capilla, su madre figuraba y figura desnuda y embarazada representando a La tierra fecundada (o La tierra fecunda), que quiso ser un poeta maldito, como su padre, y que en buena medida se malogró por el alcohol y su falta de talento.

Detalle de La tierra fecunda (1924), fresco de Diego Rivera
Modelo: Lupe Marín embarazada
Museo Nacional de Agricultura de la Universidad Autónoma de Chapingo
Elena Poniatowska a La Venus de Boticelli
Fotomontaje: Jesusa Rodríguez

VII de VII
Vale señalar que hay vertientes en la biografía de Lupe Marín que Dos veces única no explora. Por ejemplo, según dice Fabienne Bradu en el ensayo biográfico que le destina en su libro Damas de corazón (FCE, 1994), después de Jorge Cuesta, Lupe Marín “Volvió a enamorarse, esta vez de un torero y abogado jalisciense, Sergio Corona, que no alcanzó fama en los toros ni en la abogacía ni en su pasión por Lupe.” Y aunque Elena Poniatowska menciona que Lupe Marín fue “maestra de corte y confección, en la escuela Sor Juana Inés de la Cruz, cerca de La Ciudadela”, no desarrolla su vida en el salón de clases, que fue larga y constante, al parecer, pues según dice Bradu, “recibió la medalla Altamirano por sus 50 años de enseñanza”.
Lupe Marín
Nótese el rebozo, que es de los que usan las campesinas mexicanas,
y el moño que recoge su cabello, quizá de tafetán rosa mexicano. Y

que remite a la imagen con que Elena Poniatowska la traza en la
página 149 de Tinísima (Era, 1992), cuando en 1923 hace el papel
de cocinera en una fiesta en El Buen Retiro, la casona en Tacubaya
donde Tina y Weston vivían: “Con sus manazas en el aire y su chongo
apretado, Lupe cruzó su rebozo como cananas sobre la planicie de su
pecho y gritó:...”
    Pero Dos veces única no se limita a novelar lo relativo al hecho de que Lupe Marín fue mujer de Diego Rivera y de Jorge Cuesta y a que interactuó con personajes famosos, mexicanos y extranjeros, sino que al unísono de la interacción familiar y del trazo de la repelente personalidad de la protagonista, desde que conoce al pintor hasta que se hace vieja y muere —siempre proclive a la francofilia, a la moda francesa y al sobajamiento de los mexicanos—, bosqueja ciertos rasgos y azares del destino y de la personalidad del par de hijas que tuvo con el pintor: Guadalupe (Pico) y Ruth (Chapo); del susodicho hijo que tuvo con el poeta; de sus cinco nietos: Juan Pablo Gómez Rivera y Diego Julián López Rivera —hijos de Lupe Rivera Marín—; y Pedro Diego Alvarado Rivera, Ruth María de los Ángeles Alvarado Rivera y Juan Rafael Coronel Rivera —hijos de Ruth Rivera Marín—, arquitecta y funcionaria exitosa, fallecida por el cáncer en el seno el 17 de diciembre de 1969, cuando aún no cumplía 42 años. E incluso se mencionan dos nietos que Lupe Marín nunca conoció y que tal vez no existieron o no existen en la vida real. Se trata del par de hijos que Antonio Cuesta Marín tiene, en la novela, con una tal Julia López, según se narra en el “Capítulo 48/El sabio Mendoza”, llamados: Jorge Vladimir y Norma Patricia. Curiosamente, en la vida real sí hubo una Julia López, de rasgos negroides, que al parecer fue modelo de Diego en su estudio de las casas de Altavista, construidas por Juan O’Gorman entre 1931 y 1932, ex profesas para el pintor y Frida —actualmente sede del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo—, y que Lola Álvarez Bravo fotografió embarazada en 1953. Y esa Julia López de la vida real es la que se alude en el “Capítulo 42/El dolor más grande”, cuando el chiquillo Juan Rafael Coronel Rivera —el hijo que Ruth Rivera Marín tuvo con el pintor Rafael Coronel, nacido “el 25 de mayo de 1961”— tiene “diez años” y “es un niño solitario” que vive en la casa de Altavista, donde su padre pinta encerrado en su estudio y en sí mismo, distante de su hijo y despreciando y agrediendo a sus hijastros. Según la voz narrativa, el niño Juan Coronel, huérfano de madre y ajeno a su progenitor: 
Julia López (1953)
Foto: Lola Álvarez Bravo
        “[...] repasa los catálogos que veía con Ruth [su madre] mientras su padre se dedica a una mujer pequeña y delicada, modelo en la Academia de San Carlos: Julia López. Desde que Rafael [Coronel] la vio en La Esmeralda [en 1952] recién llegado de Zacatecas y se quedó mudo ante su desnudez, Julia, con su pelo ensortijado y sus grandes ojos negros, se le quedó grabada. 

“La familia Rivera, enfurecida, le aplica la ley del hielo. Solo Lupe Marín llama a Juan Coronel:
“Oye, quiero hablar contigo muy seriamente.
“¿De qué, Guagua? 
“¿Te das cuenta de que está viviendo una negra en tu casa?”
Lupe Marín y el retrato que Diego Rivera le hizo en 1938
     
César Moro, Frida Kahlo, Jaqueline Lamba, André Breton, Lupe Marín,
Diego Rivera y Lola Álvarez Bravo (México, 24 o 25 de abril de 1938)
        Vale suponer que los aludidos en Dos veces única —no sólo de la estirpe Rivera Marín— pueden descubrir con facilidad las licencias que Elena Poniatowska sin duda se tomó al narrar detalles y aspectos íntimos de sus vidas y de la vida y personalidad de Lupe Marín. Por ejemplo, la nieta Ruth María, la Pipis, rebelde en su adolescencia y juventud, de la noche a la mañana, en el citado “Capítulo 48”, “abandona La Noria y a Lola Olmedo [con quien vivía] porque Rosa Luz Alegría le ofrece un puesto en la Secretaría de Turismo”. Y al poco tiempo de esto se convierte en flamante uniformada agente de la policía; es decir, en jefa de la UPAT (Unidad de Protección y Asistencia al Turista), agrupación femenil adscrita a la Dirección General de Policía y Tránsito del Distrito Federal, cuyo jefazo, en la novela, es nada menos que El Negro Durazo, tristemente célebre por su descarada corrupción y abuso de autoridad durante el régimen de José López Portillo, presidente de México entre el 1º de diciembre de 1976 y el 30 de noviembre de 1982; período durante el cual, de manos del deshonesto y retórico mandatario, Elena Poniatowska recibió el Premio Nacional de Periodismo 1978 en el rubro de “Reportaje, crónica y entrevista”. 

     
Elena Poniatowska recibe el Premio Nacional de Periodismo 1978
en la categoría de Reportaje, crónica y entrevista”. Se lo entrega el
presidente José López Portillo, entre Jesús Reyes Heroles y Víctor
Flores Olea. La acompaña su hija Paula.
        Vale precisar, entonces, que Rosa Luz Alegría fue Secretaria de Turismo entre el 13 de agosto de 1980 y el 30 de noviembre de 1982, y por ende, dado el tradicional cambio de gabinete, signado por la cacareada 
renovación moral”, ya con Miguel de la Madrid Hurtado en la silla del águila desde el 1º de diciembre de 1982, no es verosímil que la Pipis aún siga de jefa de la UPAT el 15 de septiembre de 1983, el día que Lupe Marín muere en la mañana y cuya tradicional noche patriótica ella quería pasar “en Palacio Nacional con Jorge Díaz Serrano” —“el único hombre que queda en México”, dijo, con quien quería vociferar el Grito—. Pero en el “Capítulo 50/Un día patrio”, al saberlo por teléfono, Ruth María, la Pipis, le anuncia entusiasmada a su abuela, a quien los nietos llamaban Guagua:
“—Qué bueno, Guagua, porque al otro día podrás verme desde el balcón presidencial encabezar el desfile con la UPAT y voy a llevar mi uniforme de gala. Soy la primera, la abanderada. 
“—¡Ay, qué horror!”
El Negro Durazo tras las rejas
     
Jorge Díaz Serrano y Miguel de la Madrid en la silla del águila
         Y más horror, horrorosísimo horror: además de que en la vida real el cada vez más desacreditado y mafioso Negro Durazo andaba prófugo y por ende sería detenido en el aeropuerto de San Juan Puerto Rico el 30 de junio de 1984, el ingeniero Jorge Díaz Serrano, ex aspirante a la presidencia y ex embajador en la URSS, el 15 de septiembre de 1983 estaba tras las rejas del Reclusorio Sur de la Ciudad de México, pues el 30 de julio de ese año fue desaforado de su fuero de senador y hecho preso tras entregarse por su propio pie, acusado ante la PGR por la Contraloría General de la Federación por el desfalco a PEMEX (cinco mil cien millones de pesos) al haber adquirido dos buques tanque con un sobreprecio (el Abkatum y el Cantarel), presunto delito cometido durante su gestión de director general de la paraestatal durante el sexenio del presidente José López Portillo, derrochador régimen signado por el delirio de la bonanza petrolera, el nepotismo, el compadrazgo, la demagogia (“¡Defenderé el peso como perro!”), la Guerra Sucia, las descomunales y faraónicas corruptelas, y la postrera y lacrimosa nacionalización de la banca privada (“¡Ya nos saquearon! ¡No nos volverán a saquear!”).




Elena Poniatowska, Dos veces única. Viñetas de Carmen Irene Gutiérrez Romero. Biblioteca Breve/Seix Barral. 1ª ed. México, septiembre de 2015. 416 pp.