domingo, 18 de mayo de 2014

Gabo. Cartas y recuerdos


              
De caso perdido a Premio Nobel de Literatura
   
                                   
I
Impreso en Barcelona, en febrero de 2013, por Ediciones B, Gabo. Cartas y recuerdos, parece, a simple vista, un nuevo libro donde el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza (Tunja, 1932) evoca y tributa, una vez más, a su viejo amigo y compadre del alma Gabriel García Márquez (Aracataca, marzo 6 de 1927-México, abril 17 de 2014). No es precisamente así, pues pese a que el autor y la editorial (por obvia mercadotecnia) no lo consignan en ningún sitio, Gabo. Cartas y recuerdos es casi el mismo libro que Aquellos tiempos con Gabo (Plaza & Janés Editores. Barcelona, 2000). Es decir, no obstante el cambio del título, se trata de una edición revisada de éste, con minúsculas y muy esporádicas omisiones, modificaciones y añadidos, a la que sólo se le agregó un “Prólogo”, once cartas que Gabo le escribió a Plinio, y una breve iconografía en separata (ocho fotos en blanco y negro y cuatro a color). 
(Ediciones B, Barcelona, febrero de 2013)
 
(Plaza & Janés, Barcelona, febrero de 2000)
   
"Tres celebridades de Colombia fotografiadas en una calle de Bogotá en
1959: el escritor Álvaro Mutis, el pintor Fernando Botero y García Márquez."
Reza el pie de foto que se lee en la iconografía que ilustra Gabo. Cartas y
recuerdos
(Ediciones B, 2013); no obstante, la datación yerra, pues el
poeta y narrador Álvaro Mutis, entre "el 22 de septiembre de 1958" y "el
21 de diciembre de 1959", estuvo preso en el
Palacio Negro de Lecumberri de la Ciudad de México.
        Curiosamente, en la segunda foto en blanco y negro se observa en una calle a tres personajes caminando en animada conversación, cuyo pie reza: “Tres celebridades de Colombia fotografiadas en una calle de Bogotá en 1959: el escritor Álvaro Mutis, el pintor Fernando Botero y García Márquez.” Pero todo indica que “1959” es una fecha errada y “Bogotá” un lugar equivocado, pues casi al inicio del “Capítulo 13” de García Márquez. El viaje a la semilla (Alfaguara, Madrid, 1997), el también colombiano Dasso Saldívar apunta que Álvaro Mutis (quien en “enero de 1954”, “desde su puesto de relaciones públicas de la Esso en Bogotá, había ‘rescatado’ a su amigo de la bohemia de Barranquilla, enviándole dos pasajes de avión y alojándolo en su casa, hasta conseguir que los dueños de El Espectador lo contrataran como redactor de planta, donde se convertía en el reportero estrella que “el viernes 15 de julio de 1955” viajaría a Europa como corresponsal) abandonó Colombia, “de forma precipitada”, “la mañana del 21 octubre de 1956” (“mientras García Márquez corregía compulsivamente El coronel no tiene quien le escriba en una buhardilla de París”) y tres días después llegó a la Ciudad de México vía Medellín y Panamá; se hospedó “las primeras semanas en la casa del pintor Fernando Botero y su esposa Gloria Zea” y “empezó a trabajar como ejecutivo de publicidad con Augusto Elías, de donde pasó un año después a la productora cinematográfica de Manuel Barbachano Ponce”. Puesto que incidiría en la ayuda que le brindó a Gabo para que en 1963 urdiera el guión de “El gallo de oro”, relato de Juan Rulfo, cuyos colombianismos fueron mexicanizados por Carlos Fuentes, y que acabó convirtiéndose en el mediometraje homónimo dirigido por Roberto Gavaldón, cuyo estreno data del “17 de diciembre de 1964”, según apunta el colombiano Eduardo García Aguilar en García Márquez: la tentación cinematográfica (UNAM, 1985).

(UNAM, México, 1985)
 
(Alfaguara, Madrid, 1997)
         Sobre el desfalco a la Standard Oil cometido por Álvaro Mutis, anota Dasso Saldívar: “Como jefe de relaciones públicas de la Esso colombiana, Mutis había manejado durante tres años un jugoso presupuesto destinado a las cosas más diversas: desde clubes y centros de beneficencia a toda clase de ayudas particulares. Sin embargo, de pronto el poeta empezó a invertir parte de aquel presupuesto en cosas que le salían del alma y de sus afanes de mecenas, como socorrer a los amigos que tenían problemas con la dictadura de Rojas Pinilla, auspiciar exposiciones de algunos pintores sin medios, pagar la edición del primer libro del poeta pobre de siempre, darle un billete de avión urgente a otro amigo que se iba, o celebrar los doscientos años del nacimiento del escritor y gastrónomo Brillat-Savarin, para lo cual hizo traer de París hasta el pan y la mantequilla. Cuando el gerente de la empresa lo llamó al orden, Mutis le dio unas explicaciones tan peregrinas, que en pocos días su caso pasó al criterio de los jueces. Gracias a la complicidad de sus amigos y de su hermano Leopoldo, el poeta pudo eludir la cárcel, viajando a México a través de Medellín y Panamá.” 

Pero sólo durante un tiempo, pues “el 22 de septiembre de 1958 apareció el heraldo negro de Lecumberri, y Álvaro Mutis fue llevado a prisión como paso previo a su extradición”. Cosa que no ocurrió, gracias a los tejemanejes de amigos y leguleyos. Y por fin “quedó libre el 21 de diciembre de 1959”. Constancia de ese período carcelero es su Diario de Lecumberri, libro editado en Xalapa, por la Universidad Veracruzana, con el número 19 de la colección Ficción, cuyo tiraje de dos mil ejemplares “se terminó de imprimir en los Talleres Gráficos de la Nación el 20 de octubre de 1960”; pero también las misivas de Álvaro Mutis y los sesgos, apologías, crónicas y chácharas de Elena Poniatowska que se leen en el libro de ésta (con una rica iconografía en blanco y negro): Cartas de Álvaro Mutis a Elena Poniatowska (Alfaguara, México, abril de 1998).
(UV, Xalapa, 1960)
 
(Alfaguara, México, 1998)
         Vale suponer que tal foto, si no fue captada en Bogotá antes de que “el viernes 15 de julio de 1955” Gabo volara a Europa, quizá fue hecha en diciembre de 1960 en una calle de la Ciudad de México, pues según apunta Gerald Martin en Gabriel García Márquez. Una vida (Debate/Random House Mondadori, Colombia, 2009), Gabo y el argentino Jorge Ricardo Masetti, periodistas de Prensa Latina, la agencia de Cuba, en un vuelo que venía de La Habana (rumbo a Lima), “Justo antes de las Navidades” de 1960 (año en que Gabo, entre septiembre y diciembre, hizo varios viajes de Bogotá a La Habana, el último fue el que nos ocupa), “Hicieron parada un día en Ciudad de México y García Márquez quedó obnubilado al ver por primera vez la majestuosa capital azteca, sin imaginar que en el futuro pasaría allí buena parte de su vida. Álvaro Mutis acababa de ser puesto en libertad de la penitenciaría de Lecumberri [en realidad ya tenía medio año fuera de la cárcel] tras catorce meses de condena por malversación de fondos en Colombia, donde había sido generoso en exceso con algunos amigos en relación con el presupuesto que sus empleadores de Esso le habían dado para llevar a cabo sus relaciones públicas. García Márquez le hizo una visita y su amigo le dispensó la acostumbrada bienvenida: Mutis demostró ser igual de hospitalario cuando los gastos corrían de su cuenta.” 

"Plinio y Gabo en 1959, cuando trabajaban juntos en la
agencia cubana de noticias Prensa Latina"
        Según pregonan los biógrafos de García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza también, éstos se conocieron en 1947 en un cafetín de Bogotá; pero empezaron a convivir y a ser amigos en París, en 1956, poco antes de que el cataquero, en la buhardilla del séptimo piso del Hôtel de Flandre, en la Rue Cujas del Barrio Latino, comenzara a escribir (y a reescribir en la máquina portátil roja que fuera de Plinio) lo que sería su segunda novela (fechada en “París, enero de 1957”): El coronel no tiene quien le escriba (Aguirre Editor, Medellín, Colombia, 1961). Sobre ese legendario tiempo en la Ciudad Luz, luego de que Gabo se quedara sin empleo y sin un quinto (en Bogotá el dictador Gustavo Rojas Pinilla clausuró El Espectador, del que era corresponsal, y él se gastó el dinero del boleto del avión de regreso), Plinio inicia su “Prólogo” con una estampa que, aunque no lo dice, está transcrita de la página 70 de El olor de la guayaba (Diana/La Oveja Negra, México, 1982), donde Gabo se ve a sí mismo y fugazmente reflejado en la imagen de otro:

(La Oveja Negra, Bogotá, 1982)
        “Había sido una noche muy larga, pues no tuve donde dormir, y me la pasé cabeceando en los escaños, calentándome en el calor providencial de las parrillas del metro, eludiendo los policías que me cargaban a golpes porque me confundían con un argelino [de hecho varias veces fue arrestado por la policía durante las redadas contra los argelinos, pues le veían cara de árabe]. De pronto, al amanecer, tuve la impresión de que todo rastro de vida había terminado, se acabó el olor de coliflores hervidos, el Sena se detuvo, y yo era el único ser viviente entre la niebla luminosa de un martes de otoño en una ciudad desocupada. Entonces ocurrió: cuando atravesaba el puente de Saint Michel sentí los pasos de alguien que se me acercaba en sentido contrario, sentí que era un hombre, vislumbré entre la niebla la chaqueta oscura, las manos en los bolsillos, el cabello acabado de peinar, y en el instante en que nos cruzamos en el puente vi su rostro óseo y pálido por una fracción de segundo: iba llorando.”

Gabo y Plinio en París (1981)
        No es fortuito que Plinio Apuleyo Mendoza preludie su Gabo. Cartas y recuerdos con tal pasaje de El olor de la guayaba, del que casi al final apunta: “Cuando un editor francés me propuso hacer un libro de entrevistas con García Márquez (libro que se convertiría en El olor de la guayaba), él aprobó de inmediato la idea”. Pues ambos libros son el principal aporte bibliográfico que Plinio le ha destinado al hijo del telegrafista de Aracataca (“el mago de Macondo”), Premio Nobel de Literatura 1982, dado que “El caso perdido”, la principal y más larga de las cinco semblanzas biográficas reunidas en La llama y el hielo (Planeta, Bogotá, 1984), está contenida en Aquellos tiempos con Gabo. Pero si en El olor de la guayaba el protagonista es Gabriel García Márquez, en Gabo. Cartas y recuerdos el protagonismo es por pardita doble, pero matizado por el hecho de que las evocaciones y las puntualizaciones ideológicas, críticas y anecdóticas son de Plinio, aunadas a las reminiscencias y episodios que exclusivamente corresponden a la vida personal e íntima de éste. 

(Planeta, Bogotá, 1984)
     Pese a que el tiempo presente de Aquellos tiempos con Gabo (y por ende de Gabo. Cartas y recuerdos) se remonta a la segunda mitad de los años 90 del siglo XX, dos son los marcos temporales del libro (entre los que va y viene la memoria y el criterio de Plinio): desde la susodicha época en que se conocieron en un cafetín de Bogotá, en 1947, cuando “Luis Villar Borda, estudiante de primer año de Derecho”, lo tildó de “caso absolutamente perdido”, hasta la apoteósica ceremonia ocurrida el 8 de diciembre de 1982 cuando Gabo, en Estocolmo, “vestido de blanco liquiliqui de algodón”, “con una rosa amarilla en la mano, delante del rey y la reina” y “con las cámaras de televisión de 52 países fijas en él”, recibió el Premio Nobel de Literatura. 

Gabriel García Márquez
Premio Nobel de Literatura 1982
(Estocolmo, diciembre 8 de 1982)
        “La imagen queda fija [apunta Plinio], y yo vuelvo ahora atrás, al principio, al muchacho demacrado con un vistoso traje color crema que 35 años atrás, en un café sombrío de Bogotá, sin pedirnos permiso se ha sentado a nuestra mesa.

“El muchacho flaco y bohemio, con una carrera de Derecho abandonada, secreto devorador de libros en pensiones de mala muerte, pasajero de tranvías dominicales que no van a ninguna parte, ardoroso fabricante de sueños desesperados, considerado por su padre y sus amigos como un caso perdido.”



***************
    
II


       Varias biografías de Gabo, por ejemplo, la citada de Dasso Saldívar: García Márquez. El viaje a la semilla (Alfaguara, Madrid, 1997) y la de Gerald Martin: Gabriel García Márquez. Una vida (Debate/Random House Mondadori, Colombia, 2009), abundan sobre los peliculescos episodios vividos por el cataquero en París y en torno a la gestación de El coronel no tiene quien le escriba (Aguirre Editor, Medellín, 1961) y en México (“el lugar donde más tiempo ha residido”) y en torno a la gestación de Cien años de soledad (Sudamericana, Buenos Aires, 1967) y el boom que suscitó en la capital argentina y muy pronto en el orbe del español y en otras lenguas. Sobre tales sucesos (y algunos otros, como el viaje que Plinio Apuleyo Mendoza y Gabriel García Márquez hicieron en 1957 por Alemania Oriental y la URSS), Gabo. Cartas y recuerdos no es nada profuso ni minucioso ni precisa numerosas fechas, nombres y datos; e incluso al autor a veces le falla la memoria. Por ejemplo, Plinio narra que en 1957 dejó el Viejo Continente y luego Gabo, ya rico y famoso, “lo traerá a Europa, de nuevo. Después de trece años de ausencia”; pues Gabo, ante el estancamiento de Plinio en Barranquilla y el deterioro de su matrimonio con Marvel Moreno (pese a sus dos pequeñas hijas: Carla y Camila), lo invitó, para empezar, “a reunirse con él y su familia en una isla perdida al sur de Sicilia, en Pantelaria” (luego recorrerían Sicilia en coche y el total de la península italiana y llegarían por carretera hasta París).
Plinio Apuleyo Mendoza, Gabriel García Márquez y Camila Mendoza Moreno (2000)
         “Recuerdo mi llegada a la isla [dice Plinio], el ardiente mediodía de agosto, los decrépitos hangares de aquel aeropuerto, que parecía una ciudad tropical, y Gabo, Gabo en mangas de camisa y Mercedes con una flotante túnica de colores, vistos por la ventanilla y el avión, a través del polvo que alzaba el anticuado avión de hélices que me trajo desde Sicilia.” 

Es decir, por lo que Plinio apunta, se infiere que corre el mes de agosto de 1970; pero unos párrafos más adelante, cuando Plinio aún está convaleciente en esa isla con los García Márquez (Gabo, Mercedes Barcha Pardo y sus hijos Rodrigo y Gonzalo, que era niños), anota: 
“Ellos habían comprendido y se trataba simplemente de estar ahí, nada más oyendo a Brahms o a los Beatles mientras el cielo desplegaba sobre la isla dormida su fiesta de estrellas; de proteger al amigo de su nueva soledad con los ritos cotidianos de la cocina, la mesa, el pan, el aceite, el vino, el plato de espaguetis humeantes, las risas, los niños, la televisión, solos en nuestra isla de encanto.
“Los cinco vimos maravillados, una noche, en la televisión, mientras afuera latía el mar, cómo el hombre había llegado a la luna por primera vez.” 
Neil Armstrong en la Luna
Julio 21 de 1969
    Y es con tal histórico, irrepetible e inolvidable suceso (el “pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”) donde descuella el pedúnculo umbelífero, pues Neil Armstrong piso la luna el 21 de julio de 1969 y no un día de agosto de 1970. 

     
Plinio Apuleyo Mendoza hojeando Gabo. Cartas y recuerdos (21013)
       Si El olor de la guayaba y Aquellos tiempos con Gabo son tributos y afectivos reconocimientos que Plinio Apuleyo Mendoza le rinde a un entrañable amigo, compadre y colega fuera de serie (“Antes de escribir cada capítulo, me lo contaba”; “Me enseñaba siempre sus manuscritos”, dice), Gabo. Cartas y recuerdos también es la anecdótica, resumida, arbitraria y esquemática crónica de varios fracasos y del crítico desencanto de Plinio el memorioso ante el totalitarismo engendrado por la Unión Soviética y frente a la burocratización y el pseudosocialismo que empantanó a la Revolución Cubana. En este sentido, el libro de Plinio también es un testimonio y una declaración de principios sobre el antagonismo ideológico y la filiación que, sobre Cuba y Fidel Castro, priva entre él y Gabriel García Márquez. 

Gabriel García Márquez y el dictador Fidel Castro
     
Plinio Apuleyo Mendoza
        Entre los fracasos que bosqueja Gabo. Cartas y recuerdos figuran los “saldos rojos” con que Plinio, varias veces, se ve a sí mismo; ya cuando aún no ha escrito la postergada novela; cuando se aleja y luego recupera y pierde a Marvel Moreno; cuando él y Gabo, entre fines de 1957 y mediados de 1958, comparten, en Caracas, responsabilidades periodísticas en la revista Momento (presencian y reportan la caída y el destierro del dictador Marcos Rojas Pinilla en enero de 1958), hasta el visceral meollo que los obligó a renunciar, ocurrido tras el repudio popular que suscitó (el 13 de mayo de 1958) la visita a Caracas de Richard Nixon, entonces vicepresidente republicano de los Estados Unidos; la etapa en que ambos trabajan para Prensa Latina, la agencia cubana surgida tras el triunfo de la Revolución en enero de 1959, periodo (repleto de intrigas, acosos y amenazas) que concluye con la impostergable salida de ambos; fue entonces cuando Gabo, de nuevo sin empleo y casi sin dinero, viajó por tierra (con Mercedes y su hijo el pequeño Rodrigo) desde Nueva York a la Ciudad de México (llegaron “el domingo 2 de julio de 1961”, día que suicidó Ernest Hemingway, reza la leyenda, y los recibió y acomodó Álvaro Mutis); y la época en París (entre 1971 y 1972) en que Plinio, con el español Juan Goytisolo, urdía la edición de la revista Libre (subsidiada por Albina du Boisrouvray, la Patiño), la cual, intestinalmente, se vería marcada y lastrada por las polémicas, las divisiones, las deserciones y los escándalos mediáticos y políticos que provocó el legendario “caso Padilla”, desencadenado, en La Habana, cuando el 20 de marzo de 1971, tras un recital en la sede de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba), fueron detenidos y encarcelados Heberto Padilla y su mujer Belkis Cuza Malé por presuntas “actividades subversivas”. 

Gabo "trabajando para Prensa Latina" (Bogotá, 1959)
"Él con su bigotito fino, nervioso."
 
Mercedes Barcha Pardo antes de casarse con Gabo "el 21 de marzo de 1958
a las once de la mañana en la iglesia del Perpetuo Socorro", en Barranquilla.

"Ella, con su increíble parecido a Sofía Loren."
      En resumidas cuentas, Gabo. Cartas y recuerdos es un libro memorioso, testimonial, anecdótico, caprichoso y elusivo en numerosos puntos e intríngulis, ahora contrapunteado y recamado con la breve iconografía y las once cartas, en las cuales, entre sus comentarios, anécdotas e intrínsecas características e implicaciones, se pueden entresacar algunas frases y fragmentos: “Trago tranquilizantes untados en el pan, como mantequilla”; “salí adelante con el corazón dando saltos como sapo loco”; “Mi antiguo y frustrado deseo de escribir un larguísimo poema de la vida cotidiana, ‘la novela donde ocurriera todo’, de que tanto te hablé, está a punto de cumplirse. Ojalá no me haya equivocado”; “Lo más difícil es el primer párrafo”; “ya Hemingway lo dijo en los consejos más útiles que he recibido en mi vida: corta siempre hoy cuando sepas cómo vas a seguir mañana”; “Si lo que estás haciendo te importa de veras, si crees en él, si estás convencido de que es una buena historia, no hay nada que te interese más en el mundo y te sientas a escribir porque es lo único que quieres hacer, aunque te esté esperando Sofía Loren” (lo que recuerda que recién casados en Barranquilla el 21 de marzo de 1958, Yiyo, el menor de los once hermanos García Márquez, los vio en Cartagena, en la casa grande del Pie de la Popa, flacos y fumando sin cesar, “Él con su bigotito fino, nervioso. Ella, con su increíble parecido a Sofía Loren”); “el deber revolucionario de un escritor es escribir bien”; “la novela como fusil para tumbar gobiernos, es una especie de aplanadora de tractor que no levanta una pluma a un centímetro del suelo. Y para colmo de vainas, ¡qué vaina!, tampoco tumba ningún gobierno”; “Ya puedes imaginarte la risa que me daba obligar a hacer cola en la puerta del apartamento a los críticos de Le Monde, Le Figaro, etc., once en total, y encontrarme después con que son como los Maldonaditos de allá, con las mismas manías, los mismos truquitos, la misma negligencia y las mismas pendejadas”; “Me ha tocado un destino de torero que ya no sé cómo conjurar”. 




Plinio Apuleyo Mendoza, Gabo. Cartas y recuerdos. Iconografía a color y en blanco y negro. Ediciones B. Barcelona, febrero de 2013. 264 pp.







Enlace a un documental donde Plinio Apuleyo Mendoza y otros evocan episodios de la vida de Gabriel García Márquez: http://www.youtube.com/watch?v=8qHCc2tn9Qg

Enlace a una entrevista a Gabriel García Márquez cuando aún era reciente su Premio Nobel de Literatura 1982: http://www.youtube.com/watch?v=YQimafhBqxg

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