lunes, 2 de noviembre de 2015

Drácula



Entró nuestras pieles

 I de II
De 1897 data la primera edición en inglés de Drácula, la célebre e inmortal novela del irlandés Bram Stoker (Clontarf, noviembre 8 de 1847-Londres, abril 20 de 1912), la cual, si bien sedujo a coterráneos y amigos suyos como Mark Twain, Oscar Wilde y Arthur Conan Doyle, tal inmortalidad fue advertida y en cierto modo vaticinada por Charlotte, la madre del narrador, quien era periodista, en una “carta personal” que le enviara, aunque no acertó del todo en lo relativo a los vampíricos dividendos, pues aunque la novela se vendía (y se sigue vendiendo) con cierto éxito, Stoker no se enriqueció con ella: 
Drácula (1897), novela de Bram Stoker
(Portada de la primera edición)
“Es espléndida, está a mil millas por delante de todo lo que habías escrito antes, y tengo la impresión de que situará tu nombre a la altura de los mejores escritores contemporáneos. Tanto la historia y el estilo son realmente sensacionales, apasionantes e interesantes. Ningún otro libro desde el Frankenstein [1818] de la señora Shelley o, en realidad, ningún otro, se asemeja al tuyo en originalidad o terror. Poe ni se acerca. A pesar de lo mucho que he leído, nunca me había encontrado con un libro semejante. Es tan terriblemente emocionante que debería labrarte una enorme reputación y hacerte ganar mucho dinero.”
Bram Stoker
(Clontarf, noviembre 8 de 1847-Londres, abril 20 de 1912)
Entre las adaptaciones fílmicas de la novela del irlandés destacan: el silente Nosferatu el vampiro (1922), de F.W. Murnau; Nosferatu, vampiro de la noche (1979), de Werner Herzog; y Drácula de Bram Stoker (1992), de Francis Ford Coppola; pero hay quienes suelen incluir, por su trascendencia icónica en el devenir del cine de terror, el Drácula (1931) de Tod Browning (a veces como de Teatro Fantástico de Cachirulo), cuyo conde fue caracterizado por el legendario Bela Lugosi, y que ahora, en su versión restaurada y en formato DVD, se puede ver en casa con o sin la música compuesta ex profeso por Phillip Glass, interpretada por El Cuarteto Kronos. Sin embargo, pese a que son joyas de la cinematografía mundial, ineludiblemente recuerdan el lapidario apotegma acuñado por el checo Milan Kundera, quien antes de que los bolcheviques rusos invadieran Praga en 1968, fue profesor de la Escuela de Estudios Cinematográficos: “todas las adaptaciones fílmicas de las grandes novelas, no son más que versiones del Reader’s Digest”.
(Valdemar, Madrid, 2005)
En “mayo de 2005”, en la Colección Gótica, la madrileña Valdemar publicó una versión en español de la novela Drácula, cuya “traducción, prólogo y notas” se deben a Oscar Palmer Yáñez, quien en 2000, en la serie El Club Diógenes de tal editorial, con un prefacio suyo, había dado a conocer en castellano otro libro de Bram Stoker traducido por él: Cuentos de medianoche.
(Valdemar, tercera edición, Madrid, 2003)
Todo sugiere que en el ámbito de la lengua española, la edición de Drácula que ha pergeñado Oscar Palmer Yáñez no se convertirá en la rimbombante edición canónica y definitiva, si no que será (y es) una más de las ediciones anotadas de tal obra, pues sus críticas y notas, algunas veces eruditas y rigurosas y otras ligeras, pueden ser complementadas o contrastadas (incluidas la iconografía y la bibliografía) con otras ediciones de tal índole y nomenclatura, como es el caso de la edición crítica de Drácula que Juan Antonio Molina Foix publicó en Madrid, en 1993, dentro de la serie Letras Universales, de Cátedra, con traducción, prólogo y notas suyas, amén de la bibliografía e iconografía que más o menos la enriquecen, pues ésta no es del todo óptima.
(Cátedra, sexta edición, Madrid, 2003)
Se supone que los editores de Valdemar son de los profesionales más hábiles del orbe editorial español, por lo que ante un libro de tal coste y calado, como es su Drácula, el lector espera y exige excelencia. Pero no, tal libro es más o menos chambón, como si lo hubiera hecho, para su ególatra y apantallante bibliotecota de charol [podría llamarse “José Luis Borgues” o “Enrique Peña Nieto, erudito lector de la Biblia”], la demagoga, tropical, manipuladora y clientelista Fundación “Vámonos yendo Foxilandia”.
Por ejemplo, tres menudos pero significativos yerros. En la página 289 inician unas páginas del “Diario del doctor Seward” fechadas el “28 de septiembre” (de 1893, año en que transcurre la novela); es decir, allí debió leerse “20” y no “28”, día y capítulo relevante, pues en él se narra la muerte de Lucy Westenra, la querida amiga de Mina Harker y prometida de Arthur Holmwood, paulatinamente hipnotizada, desangrada e infectada por el vampiro desde su desembarco en Whitby con forma de perro. Descuido que a todas luces debió corregirse, dado que el editor en varios pies de página señala y comenta las contradicciones y equivocaciones cronológicas y argumentales cometidas por el propio Bram Stoker.
En la página 600, cuando en Transilvania ya se está sucediendo la persecución y el cerco final al conde Drácula, aparece una breve página del “Diario de Jonathan Harker” fechada el “4 de noviembre, tarde”, donde el apellido del doctor John Seward (otrora pretendiente de Lucy y discípulo del doctor Van Helsing) aparece como “Stewart”. Parece que se trata de un error “de dedo” (que no vio la acreditada correctora Ana García de Polavieja Embid), quizá suscitado porque el tecleador oía a Rod Stewart o evocaba al ratoncito Stuart Little. 
Y en la página 608, en los párrafos del “Diario de Mina Harker” del “6 de noviembre”, después de que narra su solitaria y agotadora caminata con Abraham Van Helsing y la impresión que le causa la imagen de “la silueta del castillo de Drácula recortada nítidamente contra el cielo”, el doctor y sabio holandés ha hallado una “oquedad natural en una roca”, refugio contra los lobos y punto estratégico para el sitio a Drácula, quien no tardará en llegar por allí oculto en la caja de tierra que transportan los cíngaros en “un gran leiter-waggon”, perseguidos con rifles Winchester y a caballo por Seward y Quincey Morris, por un lado, y, por el otro, por Jonathan y Arthur. Entonces, según Oscar Palmer Yáñez, apunta Mima sobre Van Helsing: “A continuación entró nuestras pieles y me preparó un cómodo asiento”. Lo cual ostenta una flagrante errata o error, como de alguien que chapurrea el castellano, pues nadie que sepa español dice “entró” para decir que “metió” o “introdujo”; por lo que se deduce que antes de “nuestras pieles” faltó la preposición “con”.
                                
II de II
En su “Introducción” y en su “Prólogo”, Oscar Palmer Yáñez, además de decir que comprende las variantes idiomáticas empleadas por Bram Stoker (1847-1912) en su Drácula de 1897, vierte y argumenta indicios (anecdóticos y bibliográficos) de haber estudiado la vida y la obra del irlandés y ciertas ediciones críticas y angulares de la novela; y más aún: bosqueja que de primera mano examinó los sobrevivientes documentos y papeles preparatorios de Stoker, así como los textos leídos por éste y su ruta de investigación para alimentar su Drácula. Esto también se observa y trasmina en sus notas al pie de las páginas, muchas veces eruditas (ya lo dijimos), en las que descuellan múltiples alusiones a la Biblia y a libretos de William Shakespeare; en sus apuntes al pie de buena parte de las 36 imágenes diseminadas en la obra; en los capítulos “Cronología de Bram Stoker” y “Bibliografía recomendada” (y comentada); así como en los nueve “Apéndices” que cierran el volumen, cada uno traducido por él, con notas al pie y precedidos por su correspondiente comentario.
Bram Stoker
En el primer “Apéndice” figura el “Prefacio” que el irlandés Bram Stoker escribió ex profeso para “la primera edición en lengua no inglesa de Drácula”, impresa en 1901, en Islandia (cuya ancestral y antigua mitología guerrera el conde exalta, en el capítulo III, ante los anotadores oídos de Jonathan Harker atrapado en el castillo transilvano). Y según el editor, dado que se trata de “una versión considerablemente reducida de la novela”, “Bram Stoker decidió escribir un nuevo prefacio con objeto de aumentar la ilusión de verosimilitud de su obra”.
En el segundo “Apéndice” aparece “El invitado de Drácula”, que según Oscar Palmer Yáñez algunas ediciones de la obra lo colocan antes del primer capítulo; dice que apareció por primera vez en Dracula’s Guest and Other Weird Stories (1914), póstuma antología de cuentos de Bram Stoker editada en Londres con un prólogo de Florence, su viuda; y aunque desliza la posibilidad de que haya sido “retocado por algún anónimo editor a la hora de su publicación”, sostiene que “sí formó parte en determinado momento” del laborioso proceso de la novela, pero Stoker luego lo descartó.
En el tercero se lee el “Final alternativo: la destrucción del castillo” de Drácula, en cuyo comentario el editor especula sobre algunos puntos del término de la novela y sobre las probabilidades y razones que movieron a Stoker a prescindir de tal fin.
En el cuarto, “Recepción crítica”, Oscar Palmer Yáñez seleccionó diez fragmentarias opiniones sobre Drácula publicadas, en 1897, en diversos medios británicos (en ninguna menciona a los autores ni dice si sin anónimos, pero afirma que la mayoría proceden de una recopilación hemerográfica y de una edición anotada de la novela), más una del 17 de diciembre de 1899, la cual, en el San Francisco Chronicle, se ocupó de la primera edición norteamericana de la novela, impresa dicho año.
En el quinto se lee una breve “Entrevista con Bram Stoker” que la periodista Jane Stoddard publicó “en el semanario British Weekly  del 1 de julio de 1897”.
En el sexto se enlistan las fichas bibliográficas de 29 “Libros consultados por Stoker para la redacción de Drácula”, en las que con un asterisco se indica si transcribió: el narrador hacía “una marca junto a todos aquellos de los que llegó a copiar notas”.
En el séptimo figura un pasaje de Un informe sobre los principados de Valaquia y Moldavia (1820), de William Wilkinson, que Bram Stoker encontró en la biblioteca municipal de Whitby, mientras en 1890 veraneaba allí. En tal libro, Stoker se tropezó con la palabra Drácula (que “en el idioma valaco significa Diablo”), lo cual incidió en que su vampiro en ciernes dejara de llamarse Conde Wampyr (“Los valacos”, apuntó Wilkinson, “entonces como ahora, estaban acostumbrados a darle ese nombre a cualquier persona que se hiciera notar, bien por su valor, su crueldad, o su astucia”).
Puntualiza Oscar Palmer Yáñez que “el libro de Wilkinson sigue siendo la única fuente de información demostrable consultada por Stoker al respecto del Drácula histórico, cuya más bien tenue relación con el vampiro literario ha sido enormemente exagerada las últimas tres décadas”. Y en un pie a la reproducción de una página mecanografiada por Stoker y con correcciones manuscritas insertada en el séptimo apéndice, agrega que el novelista “copió también una mínima descripción de las hazañas del voivoda, que posteriormente describiría de modo muy similar en capítulo III de Drácula”. 
Vlad Tepes 
(1431-1476)

Vlad Tepes el Empalador

Vlad Tepes en un grabado del siglo XV


Estampa reproducida en la página 654
Drácula (Valdemar, Madrid, 2005)
No era muy alto, pero sí corpulento y musculoso. Su
apariencia era fría e inspiraba cierto espanto. Tenía
una nariz aguileña, fosas nasales dilatadas, un rostro
rojizo y delgado, y unas pestañas muy largas que daban
sombra a unos ojos grandes, grises y bien abiertos;
las cejas negras y tupidas le daban un aspecto amenazador.
Llevaba bigote, y sus pómulos sobresalientes hacían
que su rostro pareciera aún más enérgico. Una cerviz 
de toro le ceñía la cabeza, de la que colgaba sobre
anchas espaldas una ensortijada melena.

Descripción de Vlad Tepes por Nikolaus Modrussa,
delegado papal en la corte húngara

Los 
Drácula (Tusquets, Fábula, Barcelona, 2000)
Ralf-Peter Märtin
Vlad Tepes almuerza rodeado de empalados
Tales señalamientos remiten al pie que figura bajo la estampa del rostro de “Vlad Tepes en un grabado del siglo XV” (página 654), imagen tan célebre y multirreproducida (no sólo en ediciones de Drácula), como aquella (no incluida en el presente volumen) bajo la cual se suele incluir al pie la breve descripción del voivoda forjada “por Nikolaus Modrussa, delegado papal en la corte húngara”; o esa otra donde “Vlad Tepes almueza rodeado de empalados” (tampoco incluida). En el pie de la página 654, Oscar Palmer sostiene: “A pesar de las afirmaciones de los investigadores Radu Florescu y Raymond T. MacNally recogidas en su libro de 1972 In Search of Dracula (adaptado al cine en un documental en el que el papel del Empalador corría a cargo de Christopher Lee, lo que sin duda reforzó el vínculo entre el personaje de Stoker y el histórico), lo cierto es que no existen pruebas concluyentes al respecto.”
     Tal comentario está vinculado a su nota 41 del capítulo III de la novela y que vale el placer transcribir por su índole aclaratoria, polémica e ilustrativa: “Tanto MacNally y Florescu como Molina Foix identifican a este voivoda, o príncipe rumano, como Vlad Tepes el Empalador (1431-1476), gobernante de Valaquia de 1456 a 1462. Sin embargo, y aunque dicha posibilidad sea perfectamente razonable, es harto improbable que Stoker tuviera constancia de la existencia de Vlad Tepes como tal, al que sólo debió conocer como ‘voivoda Drácula’, único nombre que aparece en las escasas notas que copió del libro de William Wilkinson Account of the Principalities of Wallachia and Moldavia, fácilmente identificables como origen de este parlamento. ‘Su VOIVODA (DRÁCULA) cruzó el Danubio y atacó a las tropas turcas. Triunfo estrictamente momentáneo. Mahomet [sic del reseñista] II le hizo retroceder hasta Valaquia, donde le persiguió y derrotó. El VOIVODA huyó a Hungría y el Sultán hizo que su hermano Bladus (sic) tomara su lugar. Firmó un tratado con Bladus mediante el que los valacos debían rendir tributo a perpetuidad, poniendo los cimientos de una esclavitud aún no abolida’.”
Sobre tal Bladus, dice el editor en su nota 42 del mismo capítulo: “Radu el Hermoso —que no Bladus—, hermano pequeño de Vlad, subió al poder en 1462, siguiendo una política completamente proturca.”
El lector, por su parte, puede encontrar en la novela varias alusiones superficiales y mitificadas que remiten al Drácula histórico; por ejemplo, cuando en el “Diario de Mina Harker”, correspondiente al “30 de septiembre” de 1893, los conjurados oyen en el discurso del doctor Abraham Van Helsing que preludia la búsqueda, caza y exterminio del vampiro: 
     “Le he pedido a mi amigo Arminius, de la Universidad de Buda-Pest, que recogiera su historia; y después de consultar todas las referencias existentes, esto es lo que me ha contado. No hay duda de que se trata realmente de aquel Voivoda Drácula que ganó su nombre batallando contra el turco a través del gran río, en la frontera misma de su imperio. De ser así, estamos hablando de un hombre que ya era extraordinario en vida; pues no sólo en sus tiempos, sino durante siglos venideros, estuvo considerado como el más inteligente y más astuto, así como el más valiente hijo del ‘país de más allá del bosque’ [‘traducción literal de Transilvania’, colindante del territorio de Valaquia, en la actual Rumanía]. Su poderoso cerebro y su férrea resolución le acompañaron a la tumba, y ahora se ha alzado en nuestra contra. Los Drácula fueron, afirma Arminius, una estirpe noble e ilustre, aunque en ocasiones engendraran vástagos de los que sus coetáneos sospecharan que tenían tratos con el Maligno...”
En el octavo “Apéndice” se leen unos fragmentos de Supersticiones transilvanas, de Emily Gerard, artículo “aparecido en la revista The Nineteenth Century, correspondiente al mes de julio de 1885”, los cuales, afirma el editor, son “particularmente ilustrativos de la influencia de Gerard sobre Stoker”.
Por último, en el noveno “Apéndice” figura “Vampiros en Nueva Inglaterra”, en cuyo comentario dice Oscar Palmer Yáñez: “Stoker recortó y pegó en sus notas preparatorias para Drácula este fascinante artículo [de autor anónimo], aparecido en el New York World del 2 de febrero de 1896, probablemente durante la gira americana de 1896 del Lyceum [el teatro en Londres y la compañía teatral del actor británico Henry Irving para quien Stoker trabajó de administrador y manager durante 26 años, entre 1878 y 1904]. Para entonces, la redacción de su novela ya estaba bastante avanzada, pero sin duda debió satisfacerle comprobar que el tema elegido no sólo no resultaba remoto e ignoto para el hombre contemporáneo, sino que además había llamado la atención de la prensa americana.”

Bram Stoker, Drácula. Traducción del inglés al español, prólogos, notas, antología de imágenes y de textos anotados y edición de Oscar Palmer Yáñez. Colección Gótica (59), Valdemar. Madrid, 2005. 688 pp.


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1 comentario:

  1. Hola, Omar:

    Genial entrega. Bueno, también entrada.

    Terrible eso de oír (o leer) 'entrar' como sinónimo de meter o introducir.

    Llegué a esta bitácora buscando información sobre Óscar Palmer Yáñez (en 'Los impunes', novela en la que figura como traductor, aparece con tilde su primer nombre). Quería saber si era catalán, porque me he topado (en realidad aún no la he terminado de leer; o sea, me sigo topando) con una serie de expresiones y términos que desconocía. Y eso, a pesar de que suelo leer textos en español peninsular (soy sudaqueño).

    "Lumis de pipa", es una de las expresiones que no he podido descifrar, por ejemplo. ¿Prostitutas que se dejan pagar con droga?

    En todo caso, genial entrada/artículo sobre el famoso conde. Qué entrega (en la indagación), dios tuyo.

    Saludos desde Alemania

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